Tamara Navas

“En este momento de mi vida no puedo pensar en el teatro. Fue una etapa que la viví y ahora estoy en un momento de transición, tengo un proyecto que todavía no tiene un nombre, y en alguna medida es teatral porque su objetivo primordial es comunicar”.

Mientras estaba en el colegio se acerca el teatro, por diversión, como una oportunidad para salir del aula de clases, pero al mismo tiempo porque era algo distinto a la rutina escolar. Más tarde, durante su paso por la Universidad Católica en Quito, donde había estado estudiando Antropología, tiene la segunda oportunidad de acercase al teatro.

Viaja a Alemania buscando una escuela, estando allá, opta por talleres con distintos maestros en lugar de la escuela formal. Dos nombres tiene en su memoria de ese aprendizaje: Dominique de Fazio con quien realiza algunos seminarios, y también el del  argentino Augusto Fernández. Todos los instructores estaban en la línea stanilavskiana, y muchos venían de la academia de Lee Strasberg, “esa fue la línea con la que me sentí enganchada”. Durante esos años en Alemania trabaja con algunos grupos y hace sus primeras giras por distintos escenarios.

De regreso a Ecuador empieza, en primer lugar, a conocer, a entender cómo se vive el teatro. Fue un período de adaptación de “ver qué pasaba, había un gremio, pero en esos espacios se vivía más bien una lucha de poderes, que en realidad no aportaban nada”. Además la actividad teatral era mucho menor que la de ahora.

Son los años ochenta y en esos tiempos el Banco Central impulsaba fuertemente la producción artística, por ello es posible para Tamara Navas y Christoph Baumann, dar una serie de talleres por varias provincias del Ecuador.

Es también el tiempo en que montan Informe para la academia.  Su actividad teatral se vuelve más regular, casi una obra por año. “Un trabajo arduo , sobre todo por el tema del financiamiento”. La experiencia más intensa en el mundo del teatro fue el montaje y las temporadas de Informe… “por lo nuevo, por el personaje y por la temática, que para mí, tenía mucho que ver con lo que quería comunicar, sobre todo a las mujeres”.

Sin embargo, los tiempos han cambiado, hoy día, Tamara ve el mundo desde otra óptica, ya no está convencida, como antes, de que el teatro es el camino para transformar a la gente. Ella ha encontrado en el contacto con la naturaleza, consigo misma, un sentido distinto en la vida. Ahora quiere hacer un papel diferente. Está involucrada en un proyecto de bio salud, como una necesidad de abordar la vida desde una posición más equilibrada con el cosmos y con ella misma. “Me doy cuenta de que no nos movilizamos como seres humanos; de que desequilibramos el mundo cuando vivimos con la corriente consumista y nos olvidamos que somos parte de la Tierra. Eso es lo que entiendo ahora y quiero compartirlo”.

Obras en las que ha participado:

El proceso contra los Nueve de Catonsville, Noche de Cuentos, La voz humana, Hay amores que matan (I y II), Esta propiedad esta clausurada, Casa Matriz, Mujeres al rojoscuro, entre otras.

En el cine:

El saltador a muerte, La nieve de los Andes, Solo cenizas hallaras, Crónicas, No lo notarías, Impulso.

Genoveva Mora Toral

Fotografía: Dolores Ochoa.
Obra “La voz humana”.
1989