Yuliana Ortiz

Hasta la última línea alojada en el hueso

Yuliana Ortiz Ruano busca en la palabra el idioma de los huesos. Su poesía y su pensamiento están cruzados por saberes diversos: desde la brujería ancestral hasta los tratados de anatomía animal –sobre todo la del caballo, su animal totémico. Es una búsqueda de lo más material del cuerpo, lo que podría parecer lo más mudo e indoblegable –el hueso–, lo que conforma su imaginario poético primordial.

Sus recuerdos más vivos tienen que ver con estas manifestaciones del cuerpo que se exponen únicamente a costa de la muerte: un esqueleto solo se deja ver post mortem. Yuliana recuerda los huesos de todos los tamaños, las diversas estructuras óseas que traía la corriente a las orillas de las islas esmeraldeñas de su infancia, esas islas en las que habitaron los ruanosque le dieron el nombre. La imagen la marca hondamente. Atravesada asimismo por los conocimientos de sus ancestros, en especial de su abuela, que fue curandera, se pregunta en su lenguaje propio, que es el de la poesía, cómo lo rígido es capaz de doblegarse por la presión misteriosa del afecto.

En esta interrogación de la materia, la imagen del caballo tiene un protagonismo absoluto. Yuliana investiga a ese animal como si se investigara a sí misma, como si en la observación detenida y en el estudio poético de las posibles formas de aparición del caballo se cifrara algún enigma profundo.

Acabo de descender del cielo ¿o acaso no puedes admirar la celestialidad que corre por mis venas? / Dios me ha dicho que no existe y me ha mostrado en su lugar a un hermoso animal ungulado de piel y huesos amarillos /El animal me sonríe tiernamente y yo entiendo el engaño / ofrendo mis uñas a la deidad amarilla y me celebro con cientos de manos nacidas de las nubes / Soy el caballo que olvidaron en la isla me dice / el nuevo y verdadero Dios

Dios y animal, sangre corriendo por las venas, esqueleto en el fondo de lo vivo, la búsqueda de Yuliana tiene la calidad material de lo que sobrevive incluso a la carne, de lo que la subyace y da cuenta de su existencia y de su descomposición. Y esa búsqueda es también política. Interpelada sobre su activismo, responde con una claridad pasmosa: “no precarizarme, trabajar para mantenerme fuera de la pobreza, no dejarme caer en lo que mi condición étnica y de mujer prevén estadísticamente, es mi forma de luchar”. A los interminables cuestionamientos que reciben las mujeres en todos los ámbitos de la vida, se suman aquellos que exigen a las artistas hacerse cargo de todos los males de la sociedad, otro modo de control, condescendencia y vigilancia patriarcal. 

Yuliana tiene claro que su revuelta, profundamente política e innegociablemente íntima, tiene que ver con dejar atrás todos los obstáculos sociales que le vinieron impuestos de nacimiento para vivir dignamente y desarrollarse de acuerdo con sus capacidades, algo que la mayoría de las mujeres negras no puede hacer. De esto se trata también cambiar el panorama dado por el sistema en que vivimos. Así que su revolución cotidiana tiene que ver con completar con excelencia su carrera en Literatura en la Universidad de las Artes, experimentar con su lengua poética, encontrar cada vez nuevos caminos en la escritura, estudiar las herencias de sus ancestros y ancestras para sustraerse, en la medida de lo posible, a las lógicas médicas capitalistas y patriarcales.

Para Yuliana el camino del cuerpo no ha sido menor ni secundario: ella sabe por experiencia que para una mujer negra llevar su afro sin alisar es un acto profundamente político, que no plegarse a las lógicas coloniales de blanqueamiento es una revuelta imprescindible, que reivindicar su legado cultural y familiar es un posicionamiento radical y elocuente. Pero también sabe muy bien que las exigencias culturalistas que muchas veces demandan a sujetos racializados o precarizados dar cuenta de determinadas cuestiones imponiendo programáticamente temáticas específicas, pueden coartar impulsos singulares y misteriosos que emergen en la escritura y en el arte. 

Yuliana no responde ni se pliega a demandas externas que puedan coartar su indagación estética. Tampoco rehúye ni mucho menos niega todos los orígenes que la conforman y la hacen ser quien es. Yuliana encarna y afirma todas las corrientes que confluye en ella: la negra y la mestiza, la curandera, la equina, la esmeraldeña y la insular. La misteriosa imagen primigenia de los huesos abandonados por la marea en la orilla de su infancia. Las láminas enciclopédicas de anatomía animal que se hicieron hueso en ella. 

Yuliana es alta y delgada, tiene un afro imponente, boca ancha y nariz larga, facha ligeramente setentera (a veces, en climas fríos, su vestimenta recuerda a la que usaban los Black Panters). Es elegante y alargada. Es autora de dos poemarios: Sovoz (2016)y Canciones desde el fin del mundo(2018). Es la co-fundadora y editora de la revista de poesía Cráneo de Pangea.Siempre dice lo que piensa y no le importa reírse de sí misma. Trabaja incansablemente para desordenar el injusto paisaje del presente con la presencia contundente de su cuerpo rebelde, con la constancia de su escritura enigmática y rumorosa, con la afirmación de una existencia soberana y gozosa. Esa es la naturaleza mixta de su vida cotidiana, esa lucha anónima y feroz que se afirma hasta en los huesos.

Daniela Alcívar

Fotografía: Carlos Klinger
Obra: «Cáscara de huevo» muestra de arte de mujeres
Guayaquil
2019
Dirección coreográfica: La Gallina malcriada (colectivo de artistas plásticas)