“El teatro es mi territorio de libertad, es mi más íntima y mágica morada para contar las historias que quiero contar. Es mi laboratorio desde donde exploro y ariesgo todo aquello que desde la intimidad me cuestiono”.
Los inicios de su carrera teatral los vive en Guayaquil, su ciudad. Mientras estudia psicología clínica en la Universidad Católica, forma parte del grupo universitario de teatro dirigido por Ernesto Suárez, quien también en ese momento lideraba el famoso Juglar. En esos años, los ochenta, Susana palpa el entusiasmo teatral reflejado en un movimiento impulsado por Teatro Gestus Experimental (nacido del grupo de la U. Católica), el grupo La Ventana, Sarao. Empezaban a nacer grupos jóvenes como Luz y Sombra que luego se transformará en Fantoche. Se hacía teatro en la calle, se desarrollaron proyectos comunitarios, todos a través de la actividad teatral.
Su formación es más bien autodidacta. Accede, por supuesto, a talleres diversos, una búsqueda constante de las distintas formas de expresión del lenguaje escénico: danza contemporánea, pantomima, teatro de calle, dramaturgia, música, canto y danza-teatro.
Su actividad coincide con el tiempo que Mirella Carbone vive en Guayaquil, Ella será una figura importante en sus hallazgos, en su búsqueda; le ayudará a entender el trabajo del cuerpo y sus principios técnicos.
La etapa que vivió con Gestus fue un tiempo de utopía, de sueños, que le confirmaron la posibilidad de existir como grupo. Virgilio Valero era el director, pero eso no obstaba para que todos aportaran y propusieran. Compañeros inolvidables fueron: Aurelio Herrera, María Fernanda Gutiérrez, Lidia León, Mirella Carbone. Junto a Gestus llevan a escenaGali Galápago y otras obras infantiles, y de creación colectiva. Por la conexión que mantenían con Ernesto Suárez, accedió a pequeños papeles en obras de El Juglar.
En mil novecientos noventa decide venir a Quito para hacer un taller con Malayerba, “hice el primero y me atrapó, sentí la necesidad de continuar”. Permaneció cinco años con ese grupo, fue parte del primer montaje de Jardín de pulpos, luego vino Luces de Bohemia, para Susana, uno de los trabajos que marcaron su vida porque pudo trabajar un teatro del cuerpo. Un tema que desde sus comienzos, en el trabajo colectivo, rondaba en sus cuestionamientos. Wilson Pico, director de la obra, será también personaje fundamental en el proceso de esta actriz; igual que Arístides Vargas.
Retrato abierto, Deshojando a Margarita eY No ha pasado es nada, cuentan entre los principales trabajos como actriz. Aunque su empeño la ha llevado también a la dirección. Realizó la dirección actoral de Débora el fin. Dirigió Espacio Intermedio y la recientemente estrenada: Una mujer cualquiera.
A mediados de los noventa empieza la era Mandrágora, creada para proponer, no solamente como un espacio pedagógico, sino también de reflexión. De hecho la actividad ha ido creciendo y es una sala, no sólo de clases, allá llegan grupos de otras ciudades, se reúnen para las lecturas dramáticas, y está abierta para inquietudes diversas. Su escenario ha visto nacer los trabajos de la escuela y de gente que conoce de la generosidad del grupo Mandrágora.
El dos mil cuatro marca el año en que Susana Nicolalde realiza el primer encuentro Tiempos de Mujer, un evento pensado para juntar propuestas, discutirlas y exponerlas ante un público que lo espera cada año.
María Eugenia Paz y Miño
Fotografía: Eduardo Quintana.
Obra “Retrato abierto”. 1997