«El arte me permite ser, cada día, como cada día quiero ser: libre.»
Una niña que inventa un dragón rojo para irrumpir en un mundo gris, mapas que suenan, un universo de color pastel donde los guaguas miran, extrañados, a los adultos complicados y fríos, una mujer que carga unas maletas que pesan más que su cuerpo, y, que, para seguir su viaje, debe encontrar la forma de liberarse. El arte de Sofía Zapata nos devuelve a ese lugar cálido, hecho del mismo material de los sueños.
Sofía Zapata es una combinación perfecta de inteligencia y dulzura. Sus premiadas ilustraciones han viajado por el mundo, y sus obras de teatro han hecho llorar y reír a cientos. Sofía era una niña introvertida que absorvía con su mirada las impresiones que más tarde plasmaría en el papel y en las tablas. Cuando acabó el colegio, no sabía que existía la posibilidad de estudiar Artes, así que se graduó en Dieño Gráfico en la Metro, donde arrancó su carrera como ilustradora, y empezó, al fin, a plasmar su manera de ver el mundo a través de sus personajes e historias. Tiempo después, ya era parte del equipo de ilustradores de la revista ¡elé!, en Zona Acuario. Nació su nombre artístico “Sozapato”. Por esa época, se enteró de que estudiar Artes era posible y se matriculó en la Central, donde se destacó como una de las mejores dibujantes. Pronto se convirtió en la única ecuatoriana y una de las pocas latinoamericanas incluida de la publicación Los 500 mejores ilustradores jóvenes del mundo, realizada por la editorial china Posts & Telecom Press. También obtuvo menciones de honor en IBBY 2014 con su libro Colorín Colorado y en el V Concurso de Afiches Santander Rio – UP «Sueños Latinos», en Argentina 2011. Obtuvo el segundo lugar en el Primer Concurso de Ilustración de Girándula 2010.
Pero había también otro arte que le llamaba la atención. Al principio, el teatro era un juego o una posibilidad de escape; hasta que un día, en medio de un solo de Clown, se vio, en el momento menos pensado, rodeada de risas, aplausos y lágrimas. Su interpretación había conmovido a todas esas personas que le devolvían emoción humana. “Me sentí abrazada”, dice. Ese día su vida dio un giro. Para ella, el clown, como sus ilustraciones, es una forma de reirse de uno mismo, de cuestionar la seriedad, y quizá también de aceptar, a través de la risa, eso que en otras condiciones tal vez sería demasiado doloroso.
Su obra de Clown, La Anacoreta, cuenta la historia de una mujer que carga su pasado en sus maletas. Para viajar más ligera debe liberarse de ataduras. Va sacando de sus maletas, como si fueran prendas de vestir, relaciones tóxicas, traumas, rupturas. El final es desgarrador. Cuando se ha liberado por completo, se da cuenta de que, por alguna razón no puede seguir. Es como si todavía cargara con un peso, aunque invisible, enorme. De manera sutil Sofía nos da a entender que este último peso es invisible porque quizá sea el más doloroso, y aunque es tan común en la vida de las mujeres, resulta siempre difícil de conscientizar, el aborto. Sofía, o su personaje, acuna a un bebé. Entendemos la estrecha y mágica relación entre comedia y tragedia cuando este persoanje que hasta ese entonces nos había sacado tantas risas, se quiebra y rompe en llanto. Y después, muy despacio, se dirige hacia la maleta y deja allí los restos de ese hijo no nacido. Pero aquí hay una excepción. Esta vez ella no lo deja todo. Decide llevar un pedacito de él siempre con ella, se lo guarda en el corazón. Entonces, ligera, pero también con esos dolores que conforman al cuerpo y que la hacen ser quien es, sigue bailando.
De alguna manera el arte de Sofía remite siempre a la infancia, tanto en sus dibujos como en su teatro hay un cuestionamiento a esa seriedad absurda con la que se nos mal-acostumbra a ver el mundo. Su mirada es lúdica, libre, recuerda a ese desparpajo con el que los niños y los payasos enfrentan el mundo, con sinceridad y poesía.
Otro tema recurrente en su obra es la naturaleza. Desde chiquita sintió una conexión especial con ella. Su obra invita a re-pensar lo esencial, los cuidados, las relaciones y los afectos. “Si ejercitas la capacidad para empatizar con un animal o con una planta, yo creo que difícilmente podrás actuar injustamente o violentamente con otro humano”, dice Sofía. Tanto en su obra plástica como en su teatro, se percibe esa mirada que concibe al ser humano al mismo nivel de las plantas y los animales. Así, su búsqueda artística podría concebirse, inculso, como ecológica, ya que propone una visión integral en la que el ser humano, lejos de imponerse sobre la naturaleza, convive en armonía con ella. Esta generosidad, está en todas partes, en la obra de Sofía. Por ejemplo, cuando ganó un fondo concursable, decidió hacer algo que siempre quiso y para lo que nunca tenía dinero, pues no se trataba de un negocio. Un libro filosófico para niños, que, en lugar de darles respuestas como órdenes, les diera preguntas. Quería que ellos puedan encontrarse a si mismos desde las preguntas, despertando su imaginación y su capacidad creadora. Pudo donar 500 ejemplares de gran calidad a los niños más necesitados. “Cuando donas, donas lo último, o libros de texto que son de colegio, cosas así, es difícil que a los enanos les llegue un libro de tapa dura, que tenga una ilustración gigante que se abra como acordeón” dice So.
Sofía atrapa la magia del mundo y la devuelve, con gran generosidad, transformada en una obra que vuela sola.
Ana Cristina Franco
Obra: La anacoreta
Colectivo: Chalata Clown
Fotógrafa: Johis Alarcón
Quito, 2018