Jennie Carrasco
El momento más hermoso de mi vida fue cuando decidí dedicarme al canto
La vida de cantante de la Paty, como se refiere a sí misma, nació con el grupo Quimera. Recuerda que su infancia y adolescencia fueron maravillosas, una familia normal que vivía en San Rafael. Una familia muy musical. Su padre estudió violín en el conservatorio, actuaba de joven en el cine mudo. La madre tenía una voz hermosa. Haber nacido en ese medio la llevó a lo inevitable, amar, meterse de cabeza en la música.
Todo iba bien hasta que murió la madre cuando ella tenía 14 años y su hermano menor, Luchito, 10. Este hecho marcó su vida, y pasó a ver por su hermano. “Los dos, solitos”. Se casó a los 17 años, y vinieron las responsabilidades. Con un bebé, tenía que dedicarse a muchas actividades, en un duro camino de trabajo para sacar adelante a la familia. La música esperaba.
Cuando tuvo su segundo hijo, empezó el trabajo de Quimera. Tenía 28 años, era una situación difícil: las presentaciones, trabajar con el grupo, los ensayos, estudios, le tomaban mucho tiempo y, a más de eso ver por los bebés. Pero era tal la ilusión de ir por el camino de la música que hacía lo que fuera para asistir a los ensayos, los hijos crecieron con ella en los escenarios. La mayor parte de ensayos se hacían en su casa, para poder estar con ellos. Cuando venían los viajes, la salvadora era su hermana, pero no siempre podía. A veces los bebés se quedaban con el papá.
Por su parte, la familia no ayudaba ni confiaba en que ese era el camino elegido. Pero ella, lo había resuelto. Firme y decidida, les decía, “por donde metí la cabeza, por ahí saqué la cabeza. Yo quiero hacer esto y aunque se me pongan todos los obstáculos del mundo, yo amo la música y me dedico a esto”.
Después de años de caminar, mira su trayectoria y se siente orgullosa de cómo se cristalizó el reto que se puso en la vida. “Yo solita he salido adelante y he sacado a mis hijos adelante, me siento orgullosa de que sean parte de mi vida musical, de lo que yo soy. No he tenido, y Quimera tampoco, padrinos que nos bauticen”.
Para ella, el canto es emoción, es mágico, la transporta, la eleva. Es la expresión más grande que existe, la terapia más grande. “Qué sería de la vida si no cantas, si no existiera la música. Pese a los momentos que vive un país, pese a todas las tristezas, lo que fortalece a la gente, la enriquece, le ayuda a continuar, es la cultura”. Cuando está en el escenario, todo es magia y transmite a la gente el texto del poeta con su voz. Puede ponerles alegres, exaltados, felices, y en un momento tristes, porque viven con ella cada verso, cada nota.
El referente más importante en la vida artística de la Paty, es Mercedes Sosa. Una vez cantó con ella Los hermanos de Atahualpa Yupanqui, en el Coliseo Rumiñahui. Se sentía una niña feliz, realizada. Según ella, Mercedes era una mujer consecuente con lo que cantaba -y canta-, hermosa, tierna. “En el escenario, antes de que empezara la canción me tomó la mano, le besé la frente, ella me besó la mano y me dijo: no estés nerviosa, está lindo”. El público estaba eufórico. Paty sintió como si le hubieran dado todos los reconocimientos. “La vida te da estas alegrías tan grandes que no necesitas más. Fue mi graduación como cantante; haber compartido escenario con esta mujer grandiosa, fue para mí una bendición”.
Decir Patricia Rameix es decir Quimera. Quién no asistió a sus tocadas en las peñas, en los años 80, y después a los conciertos en diferentes escenarios. El primer concierto, en el teatro Prometeo, fue un homenaje a Violeta Parra.
Y nació Quimera. Cuando su hermano Luis regresó de Francia, hicieron una reunión de recibimiento. Hacer música, guitarra, canciones, era lo típico en las reuniones familiares. Pedro, uno de los integrantes del grupo, el segundo esposo de Paty, tenía una hermosa voz. La hermana de Pedro les sugirió formalizar el grupo porque sonaban muy bien. Y empezaron con la idea de hacer algo muy profesional, no improvisado. Luis estudiaba en un conservatorio, Pedro estudiaba guitarra. Entonces decidieron tomar este camino, con la promesa de vivir exclusivamente de la música. Cuando buscaban nombre para el grupo, un amigo les dijo que era una quimera vivir de la música en este país… el grupo se llamaría Quimera, como un reto a la vida, a ese nuevo camino; sería difícil, pero iban a hacerlo.
Empezaron con canciones latinoamericanas, pero Paty insistía en que hicieran música ecuatoriana porque a los 5 años ella ya cantaba y tenía los referentes de Benítez y Valencia, las hermanas Mendoza Suasti, Carlota Jaramillo, el Pollito Ortiz. Y, al fin, ha sido ese su distintivo para gusto de nacionales y foráneos.
Después de grabar, primero, casetes, luego acetatos, sacaron tres CD, uno de ellos de música nacional que arrasó con las ventas. La de Quimera era una propuesta diferente, un formato más cameral. Y con la voz de Paty, celestial, firme y dulce, a la vez, el éxito era rotundo.
Desde su responsabilidad con el canto y la voz, Paty desea que el de Quimera sea un trabajo digno de verse en cualquier parte del mundo. El público se merece eso. “Es un compromiso tuyo, tú estas en el escenario gracias a ellos que se merecen ese respeto”.

Patricia Rameix
Cantante
Fotografía: Juan Gabriel Ortiz