Jennie Carrasco
Estar en escena es reproducir, desde lo fantástico, la vida misma
María Estrella Navas, le dicen Maya, hace teatro desde que tenía 16 años. Ese ha sido su mundo, entre títeres y obras que han marcado la sensibilidad de generaciones. Es lo normal, lo cotidiano.
Hija de artistas, estudió teatro en la escuela de La Espada de madera. Explorando, hizo danza, amaba el movimiento, la música. Además, estudió Antropología. Cuando indagó el mundo de los títeres, lo vivió de cerca y se quedó, enamorada de las posibilidades del trabajo con muñecos. Inició este camino con Milton Granda, con la obra Las bodas del Sátiro, escrita por su madre, Yolanda Navas, a quien admira y considera una gran dramaturga.
Maya ha sido parte de muchas producciones. En la Espada de madera, actúa en Cristobita el de la Porra, en el papel de Rosita y un duende con el que habla Cristobita. Con ese personaje se siente como pez en el agua. Con Titerefué, la obra Diente de leche es a la que más cariño le tiene porque el personaje es una niña que no está en los estándares de princesita, ella sueña con ser científica, le gusta el fútbol, asume riesgos.
Parte de la formación de un titiritero es aprender lo básico de construir un muñeco. Los pocos títeres que Maya ha hecho le han quedado bonitos, quien los confecciona es su madre. Juli Guevara, con su mirada profesional, meticulosa y perfeccionista, ayuda en el diseño de la escenografía y de los personajes.
La dramaturgia y la dirección de las obras las hace Yolanda. Ella usa la ficción como un pretexto para contar historias tristes, dolorosas, de injusticias. Maya y su madre hacen un buen equipo, en el grupo tienen un lenguaje propio y funciona. Y lo mejor es que presentan productos artísticos de calidad que, a su vez, contribuyen a la economía familiar.
Al principio, Maya se dedicaba a la parte creativa y a interpretar. Ahora, en la Fundación Titerefué, se encarga de la producción, gestión de proyectos, levantamiento de fondos. Tiene las herramientas para diseñar proyectos, hacer propuestas viables, establecer objetivos, presupuestos, cosa que, generalmente, para un artista no es fácil.
Aunque le rehúye al pensamiento mágico, es innegable su parte andina, la herencia de sus abuelas, que la lleva a entrar en una atmósfera mística para explicar ciertas cosas. Entonces, siente que cada personaje tiene su propio duende, su energía, su personalidad. “Tú le das la voz, a veces improvisas, pero es difícil que otra persona pueda desarrollar ese personaje como lo haces tú”. Ella se siente más cómoda con personajes infantiles o de animales. Incluso en escena busca lo más chiquito, lo más tierno. Pero no hay que rehuirles a los retos y, si la necesidad es hacer otro tipo de personajes, los hace.
Natem y Nahuel, sus hijos, son sus fans número uno. Ellos están acostumbrados a esta dinámica, a que su mamá tenga que irse por temporadas. Se quedan con las tías, con su padre, que es un padre presente, tienen una linda relación. La vida adulta es muy desafiante. “Siento que, si mis hijos están bien, yo puedo estar en paz. Sin embargo, no creo que hoy por hoy pueda existir un bienestar emocional, una tranquilidad emocional absoluta”.
Viajar y tener incidencia real en la mejora de la calidad de vida de la comunidad, ha sido lo más importante para su vida de artista. “Es de las cosas más bonitas que me han pasado en la vida. Este oficio me ha atravesado por completo, me ha generado vivencias valiosísimas y me ha dado herramientas para la vida. Estoy super agradecida”. Para ella es importante incidir en la formación de nuevas audiencias, en el ejercicio de los derechos culturales, sobre todo cuando las iniciativas se enfocan en sectores de atención prioritaria.
Conocer el mundo le ha marcado. Ha estado en Italia, Suiza, Eslovenia, España, México, Argentina, Colombia, Venezuela. Viajar le abre la mente, el encuentro con personas maravillosas con las que se identifica. “Yo con mis muñequitos he podido conocer lugares hermosos y gente preciosa”.
Espera seguir viajando, seguir haciendo el festival internacional de títeres Con bombos y platillos, proyecto emblemático, el que tiene más visibilidad a nivel mediático y con el que el grupo ha podido llegar a poblaciones vulnerables.
Y el mensaje tiene asidero en el público, eso les impulsa a seguir creando y les da esperanza en la humanidad. En medio de un panorama de mafias y violencia, es importante que haya estas “lucecitas que nos permiten salir a respirar. Por eso las actividades culturales deben potenciarse”.
Titerefué que es la casa de Maya, tiene su espacio en la Casa de la Cultura que, según reflexiona, en años pasados, era llena de artistas, de obras, estaba la cafetería. Ahora lo que impera son los lineamientos administrativos. Quienes siguen dando vida a este edificio son los grupos independientes porque traen público a sus funciones, ensayan, hay talleres, están creando permanentemente.
“Las vivencias, las experiencias son una parte constitutiva de mi ser que me hace ser orgullosa de mí misma, de mis padres, de los contenidos que he podido transmitir a mis hijos. Es una situación que me genera placer, felicidad. Siento que lo que me ha dado el oficio es algo de lo que me agarro fuertemente para no volverme loca, para no caer en depresión. Es una tabla de salvación”.
Maya Estrella
Actriz
Obra: Chavela, la súperabuela
Dirección: Yolanda Navas
Fotografía: Carlos Noriega