Es María Ramona Cordero y León, la mujer que nació en el ocaso del siglo XIX (21 de mayo de 1894) en un familia de intelectuales y amantes de la literatura. Su infancia estuvo ligada a las letras. Su entusiasmo por crear la llevó en la adolescencia a poner en escena pequeñas piezas teatrales. A la par, había iniciado ya su oficio de escritora. Mary Corylé incursionó, además de en poesía, en el mundo de la narración, el periodismo y la pedagogía. Colaboró con los diarios más importantes del país.
Fue una mujer extraordinaria, de espíritu altivo,
valiente y capaz de enfrentar las dificultades con toda dignidad. Capacitada para defender el derecho de las mujeres en toda instancia, por ello no dudó en enfrentar al mismísimo Velasco Ibarra, presidente de la República, en una ocasión cuando trabajaba en el colegio Manuela Cañizares y le tocó respaldar a una profesora embarazada, obligada a abandonar la cátedra en razón de su estado.
Si bien vivió en un tiempo en que apenas se empezaba a trazar el sendero de autonomía femenina, plasmado en sucesos históricos como el derecho al voto, también en pequeños logros cotidianos como la vestimenta y cierta libertad de acción, sacó el mayor provecho a su entorno y asumió la vida con entusiasmo y decisión. El hecho de adoptar un seudónimo obedeció, seguramente, a la necesidad de protección en una sociedad patriarcal. Pero en esa decisión hubo también una dosis de humor: “juntar toda esa zoología que la nominaba” y convertirla en poética eufonía.
No fue su linaje intelectual el motivo de reconocimiento, sino la probada calidad humana y su discernimiento lo que la llevó a ser parte del consejo editorial, cuando en 1924 se fundó diario El Mercurio, así como de la dirección de la Biblioteca Municipal, espacio desde donde propició encuentros y veladas literarias.
La tradición poética femenina ecuatoriana registra voces que cantaron a la patria, a la madre, a la naturaleza; pocas se atrevieron con un Yo poético que hablara de amor y erotismo, como lo hizo Mary Corylé con Bésame, atrevimiento que causó más de un comentario malintencionado.
Publica su primer libro de poemas en 1933, Canta la vida, “el primer hijo lírico que acuné en mis manos…, el mayor logro de mi juventud”, dirá la autora.
Mary Corylé, sin dudarlo, ocupa la nómina de las precursoras feministas por su vida autónoma en todo sentido. Encontró su realización personal en la escritura y en su profesión. En su papel de ciudadana que abogó y defendió, igualmente, los derechos de los marginados.
NOTA.- Este texto fue posible gracias a la generosidad de Raquel Rodas Morales, quien está por publicar: Subvertir la vida, una biografía de Mary Corylé.
Genoveva Mora Toral