María Fernanda López

«Salir a la calle y tomar un aerosol en mis manos es la respuesta orgánica en campo, luego de 13 años dedicada a la gestión, investigación y circulación de arte de calle»

La academia a la calle

¿Quién descifra el lenguaje de la calle, quién lo resignifica, lo registra, lo interpreta? Quizá el arte urbano sea una de las ramas menos valoradas y estudidas del arte, o por lo menos, así ha sido en Ecuador. María Fernanda López es una de las pocas académicas y curadoras del país que ha puesto su mirada ahí. Ella, además de investigadora, es abogada, tiene una diplomatura en Arte Ecuatoriano, un máster en Estudios de la cultura convención en políticas cultares y un PhD en Teoría de la cultura y madre de dos guaguas, Lucas, de 6, y Abril, de 15.

Cuando la cámara de mi celular se enciende una mañana de noviembre, encuentra a María Fernanda en algún restaurante recóndito de Guayaquil. Pienso que no es coincidencia que, en vez de hallarla en su casa o en una oficina, la encuentre en la ciudad, en uno de sus rincones. Allí, ella me cuenta sobre sus primeros acercamientos al arte urbano. Antes de llegar a él, Mafo era teatrera. En 2010 se fue a hacer un doctorado en México y se enamoró de la ciudad. Desde ahí, su vínculo con ella ha sido intensa y siempre ha estado yendo y viniendo. Ha concebido en sus investigaciones una especie de territorio binacional, en la que su trabajo siempre está fluyendo entre los dos países. Lucas, su hijo que ahora tiene 6 años, es producto de esa fascinación por México, “él es la extensión del amor de ese territorio”, dice Mafo. 

En el 2012 María Fernanda fue co-fundadora de el Encuentro Multidisciplinario de Artes para niños y niñas Quito Chiquito. Esto fue súper importante para ella. Es muy común que en el mundo del arte contemporáneo se rechacen las temáticas vinculadas al arte infantil. “Yo me hago cargo de lo que ningún curador quiere hablar”, dice María Fernanda, quien además descubrió, con grato asombro, que los artistas grafiteros, de la calle, sí tenían empatía con los niños. Entonces ahí, ella también empezó a conectarse con varios artistas urbanos y/o agrupaciones, como HTM, a los Fenómenos, a J4, al Artkasmo, entre otros. Escribió para Gráfica Mestiza, siendo corresponsal en México por 6 años. En una sociedad que todavía llama vandalismo a las expresiones artísticas de la calle o que muchas veces ni siquiera es consciente de ellas, es súper necesario empezar a entender al grafitti como un movimiento cultural. 

Desde el 2015 Mafo logró instaurar en la Universidad de las Artes una cátedra sobre arte urbano. Cuando, en ese año, ella se mudó a Guayaquil, ésta era una ciudad gris, en la que, al contrario de Quito donde las paredes están llenas de historias, existía casi solo el “chapeteo” o “chapeo”, un lenguaje que existe desde los 90 que se lo conoce como la letra pandillera guayaca. Desde que Mafo llegó, las 3 casas alrededor de la suya se empezaron a llenar de “grafas”. Y con el tiempo, esto se fue extendiendo cada vez más. Mafo ha luchado por inventarse, todos los días, una ciudad más artística, o, como la llama ella, para ayudar a la gente a “leer la ciudad contemporánea”.

La entrevista continúa, y ahora Mafo, que ha salido del restaurante, camina sin miedo por las calles de un Guayquil post apocaliptico. La pantalla de mi celular alcanza a percibir algo de esa libertad que le caracteriza. Me habla sobre Cartografías Paganas, su investigación curatorial que se enfocó en ese grafitti que muchos han llamado “vandalismo”. Varias expresiones del grafitti fueron llevadas de la calle al museo, al MAAC. Esta sola acción, la de llevar la calle al museo, es ya de por sí corrosiva, potente. Porque no se trataba precisamente de dibujos coloridos sino de expresiones urbanas mucho más callejeras que incluso para muchos son consideradas vandalismo, como el mismo “chapeto” que a nadie se le hubiera ocurrido llevar a un museo. Pero Mafer lo hizo, casi obligando a la institución del museo a voltear el rostro hacia este lenguaje inventado por un grupo marginal, que consiste en una especie de caligrafía única en el mundo. Ella quiere que esta expresión del chapeteo sea reconocida mundialmente, como ha pasado con la pixacaoen Brasil o los ganchosen Monterrey. “Lo que los chapeadores hacen en la calle yo trato de hacerlo en la academia, para mí la cátedra es un gran un ejercicio de bombing en la academia” dijo alguna vez María Fernanda, para una entrevista. Su trabajo es un ejercicio de resistencia que no busca otra cosa que validar las expresiones creativas que la memoria oficial no reconoce. 

Mafo cree en las redes de afecto. Ella nunca ha hecho una división entre el objeto de estudio y el/la investigador/a. No plantea la investigacion desde un lugar de poder, sino de igual a igual. “El arte urbano me ha dado hermanos, hermanas del color, siempre son ellos los que ponen el cuerpo cuando salen a pintar en la calle”. Quizá esta relación horizontal se haya ido dando desde que decidió tener una práctica más contínua en la calle. Mafo no solo estudia estas prácticas sino que también pone el cuerpo, sale a pintar. 

En Junio de este año, en plena pandemia, Mafo hizo realidad La Bienal Digital Haciendo Calle. Siempre había pensado que Guayaquil era una ciudad sin muchos colores, que necesitaba ser pintada. Paradójicamente, el momento de esta Bienal fue precisamente en la pandemia. Aunque la idea la tuvo desde el 2015 en México, no la había podido sacar adelante porque era muy cara. Hacerlo en época de confinamiento le sirvió, también, para no enloquecer en el encierro. Fue además una suerte de purificación, de sanación personal, ya que ella se encontraba saliendo de una crisis muy fuerte que incluía violencia intra-familiar. Entonces, desde el silencio y la quietud de la cuarentena, las calles de Guayaquil, renacían. Igual que ella. 

El arte de Mafo es tan importante porque, casi en silencio pero muchas también desde la práctica, desromantiza el mundo de la curaduría, quitándole ese halo elitista, con ese aire de solemnidad y seriedad que muchas veces lo caracteriza. En lugar de archivar sus hallazgos, Mafo los vuleve reales.

Pero quizá el mayor mérito de su oficio sea el de construir una mirada. Porque la gente no mira. Está acostumbrada al ajetreo diario en el que la ciudad no es más que un cúmulo de cemento; entonces su trabajo, en sus propias palabras, es contruir “una especie de gafas 3d que te ayudan a ver”. Conducir la mirada, subrrayar la importancia de aquello que en otras condiciones habría pasado desapercibido. 

Leer la ciudad contemporánea sería también darse cuenta de que el espacio que habitamos a diario también puede ser una especie de museo donde en las calles cuentan historias, como dice Mafo, “historias de odio, de territorialidad, de migración, de maternidades. Esos grafos hablan muchas cosas…”

“Mamá, el cerebro es una ciudad”, le dijo alguna vez su hijo Lucas. Para Mafo la ciudad es un misterio, un objeto de deseo y estudio, por eso, su manera de habitarla también es única. Hace “tránsitos mínimos”, en los que prefiere no usar transporte público sino transitar la ciudad caminando, o en bici, inventándose trayectos.

“Tal vez más que habitar los lugares, los lugares me habitan a mi. Mi territorio va a ser siempre donde estemos la Abril el Lucas y yo. Ese es mi país.” 

Ana Cristina Franco

Fotografía de la Obra: Pandemia Gráfica proyecto de graff político realizado durante la cuarentena y post cuarentena en la ciudad de Guayaquil Ecuador por @mafo_lopez y @madenowsPandemia Gráfica proyecto de graff político realizado durante la cuarentena y post cuarentena en la ciudad de Guayaquil Ecuador por @mafo_lopez y @madenows

Datos relevantes de la Obra: Pandemia gráfica explora la posibilidad de crear un archivo y una memoria colectiva en torno a la semiótica del poder. Durante la pandemia el gobierno ecuatoriano realizó fuertes recortes al área de salud y educación pública. A la par diversos escándalos de corrupción no respetaron ni la crisis sanitaria. Creemos en la necesidad de evidenciar la insatisfacción colectiva de forma gráfica y contribuir al no olvido de los modos de opresión del sistema.

Fotógrafo: Amaury Martínez
Ciudad y año: Guayaquil, 2020