Gabriela Calvache

“Hay que encontrarle el punto de no cansarse y de encontrarle la belleza al fracaso. Mi energía no está en el ganar o perder, está enfocada en lo que aprendes en el proceso… El arte me parece vital, es una arma de paz, una herramienta de sanación, es un tesoro del cual nosotros los artistas somos responsables”

Con elocuencia, Gabriela construye un pequeño relato de su propia vida, durante el tiempo que compartimos con ella en la entrevista que nos concedió. Relato que podría resumirse en tres palabras: variedad de perspectivas. Sus experiencias vitales se han alimentado tanto de vivencias en sectores populares, como en espacios acomodados, lo que le ha permitido situarse desde múltiples lugares de enunciación desde los cuales nombra todo aquello que le rodea sin complejos. Son tal vez esas perspectivas diversas las que le han permitido crear. Gabriela Calvache, cineasta ecuatoriana, nació en Ambato, en 1977, en el seno de una familia de bajos recursos, que en ese entonces era de izquierda comunista. Su padre trabajó con Jorge Sanjinés, un director de cine boliviano, en la película “Fuera de aquí” (Lluckshi Caimanta), película con un fuerte componente político en favor de la lucha campesina en el Ecuador. Esto la marcó, de algún modo influyó en que Gabriela encienda el interés por hacer el cine.

Tuvo la oportunidad de formarse en la Universidad San Francisco de Quito, donde estudió cine, interesándose también por materias como sociología, y ciencias políticas. Uno de los primeros cortos que realizó se titula “En espera”, el cual fue rodado en su escuela primaria, en la provincia de Tungurahua. El corto narra la historia de Carmen, una niña indígena que proviene de una zona rural y que parecería que migra hacia la ciudad para estudiar, todo parece indicar que así es, pero en realidad a lo largo de la trama, se devela que Carmen trabaja como empleada doméstica. Los temas que aborda Gabriela tienen un fuerte contenido social, documentales como “La Labranza Oculta”, y su película “La Mala Noche”, muestran las relaciones de poder complejas sobre las que nuestra sociedad se sostiene.

Para Gabriela el arte es muy emocional, a pesar de tener hijos nunca abandonó el cine, “si te das tiempo fuera en esta profesión, y vuelves a reinsertarte será muy duro, porque debes darte a conocer nuevamente en un espacio que está renovándose de manera permanente, en un espacio que es muy competitivo… la vida de una artista es muy libre hasta que se convierte en madre o padre. Es una labor que te obliga a sacrificar algunas cosas”. Según Gabriela hacer cine en el Ecuador es complicado, hay demasiados problemas como para considerar que sea una profesión cuerda, “necesitas trabajar en un espacio determinado, un mercado determinado con sus propias reglas, en Ecuador ese espacio determinado no es seguro. Actualmente existen políticas públicas que mejoran las condiciones, hace veinte años las cosas no eran así. Sin embargo, las políticas públicas no solo implican el acceso a fondos públicos, son temas más amplios, como acuerdos bilaterales para producir entre país, y el desarrollo de un espacio promocional de lo que se produce”.

Las repercusiones de las dificultades que menciona, llegan incluso a la vida personal, pues hay que realizar grandes esfuerzos para mantenerse en el cine. Para no sentir que el tiempo y los recursos invertidos se han perdido, en el caso de que las cosas no salgan como se desea, Gabriela expresa que es la clara identificación de sus motivaciones para hacer cine, lo que la sostiene. Para ella, el cine contiene elementos liberadores y transformadores de su propia vida, es una necesidad de hablar de aquello que le conmueve, el cine le brinda la posibilidad de conseguir experiencias nuevas. Si bien, no ha empezado contando historias introspectivas, sus temáticas no pierden su perspectiva personal. Piensa que el artista debe desarrollar emoción e intuición para captar lo que el mundo real le entrega, para realizar sus creaciones. “Las películas me llegan a mí y luego les doy vida”. Menciona que tal vez con el tiempo, se atreva a hablar de sus historias personales.

Gabriela estudió dirección de teatro en España para hacer cine, siente que los procesos de dirección de teatro son más profundos a nivel actoral. Se siente más identificada con los actores que con los directores, ya que el actor está en contacto permanente con la cámara, su entorno y sus compañeros de escena, tiene una inquietud por saber la verdad del otro, mientras que el director está más sobre sus ideas. Es además productora, la producción es parte de la dupla creativa: dirección y producción, con la que se sostienen los rodajes. Considera que ser mujer directora es un reto, pues socialmente el peso mayoritario de los roles de dirección y de liderazgo se encuentra sobre los hombres, lo que genera en la industria del cine una clara división de trabajo en la que las mujeres no pueden romper fácilmente esos roles laborales. Para ella, lo más difícil ha sido tener autoconfianza, creer en su trabajo como directora mujer. “La duda es el peor enemigo de las mujeres ya que desde pequeñas se les da mensajes que obligan a poner en juicio sus capacidades, conocimientos, y la confianza en su propio ser. A pesar de haber vivido en el patriarcado, hay que comprender esta dinámica y rescatar de ella las habilidades que las mujeres hemos desarrollado a lo largo de la historia”.

Desde su perspectiva, el cine es el arte más desarrollado en el país, gracias a la organización colectiva del gremio de cineastas. Sin embargo, cuando trabajas a nivel internacional, “te das un suelazo”, ya que trabajar en “Las Grandes Ligas” resulta abrumador, pues se dimensiona todo el camino que hay que recorrer en el Ecuador, para la consolidación de una industria cinematográfica, tanto a nivel de políticas públicas, como de incentivos desde la industria privada, con respecto a los niveles de producción en los que otros países de la propia Latinoamérica están. Por ello, para Gabriela es fundamental apoyar el trabajo de la gente que se inicia en este oficio. Ha sido maestra y le encanta dar clases, espacio desde donde puede aportar con sus experiencias a las personas jóvenes, “necesitamos cineastas más creativos, necesitamos unirnos, movernos, así nos fortalecemos”.

Finalmente, Gabriela resalta que lo más importante en el cine no son los premios, lo más importante es reconocer lo que se hace y cómo se trasciende con ello, es decir, ir construyendo una metodología de trabajo personal, y a partir de ello, el aportar al trabajo colectivo, en el que “ser generosos con los demás, implica comprender lo dificultoso que es ser cineasta, para organizarnos mejor en el futuro, y no depender demasiado del estado, pero sí tener la capacidad de exigir que este cumpla con la generación de mejores políticas para la creación y promoción de lo que se hace en Ecuador en cuanto a cine”.

María Fernanda Auz
Septiembre de 2018

Título: Autorretrato #32
Fotografía: Gabriela Calvache
Año: 2018
Lugar: Quito