Jennie Carrasco
Movernos, porque, si no nos movemos, morimos.
La música como esa cuestión percusiva del corazón.
Llegó como alumna al Frente de Danza Independiente y se quedó. Era gimnasta desde pequeña, hacía danza, acrobacias, ballet. Cuando niña ya tenía la pasión de crear, hacer coreografías. Y cuando asistió a la presentación de No más luna en el agua supo que la danza contemporánea era lo que quería porque es expresiva, fuerte y libre. Como gimnasta ella manejaba su cuerpo flexible y espigado. Entró al tercer nivel, recibió entrenamiento y se involucró más en las obras, empezó a bailar las obras de Terry Araujo que le gustan mucho porque él combina la gimnasia, estiramientos, saltos, velocidades. Luego empezó a crear sus propias obras.
Sus estudios de sociología le dimensionan el contenido social, sin llegar a plasmar lo negativo sino lo positivo de las cosas, con el lenguaje de la danza y una estética que le lleva a buscar la esencia. Su expresividad es única, los estiramientos, la sensibilidad, y eso se transmite en escena.
Ekaterina es una artista muy cercana a su familia que apoya su actividad. De padre ruso y madre ecuatoriana, nació en Moscú y después de la caída de la Unión Soviética vinieron a vivir en Ecuador. Tiene las dos culturas, “son dos sangres. Siempre ha sido bonito, pero aquí la gente no nos entiende mucho y allá tampoco”. Cuando está en Rusia extraña Ecuador y cuando está en Ecuador quiere estar en Rusia. El padre que es entrenador de élite viaja siempre y quien está pendiente de todos es la mamá. El padre lee, toca acordeón, bandoneón, la madre, que estudió en Rusia, fue quien trajo la gimnasia rítmica al Ecuador.
Antón, su hermano, siempre las acompañaba a la Concentración Deportiva de Pichincha, a las pruebas técnicas, a las competencias. Desde que está en la danza, él es el videasta, “en todas las locuras que hago él está ahí”. Siempre inventando nuevos proyectos, ayudando.
La danza, la elasticidad de su cuerpo, le ayudaron a dar a luz a su hijo. Bailó hasta el último día. Ganaron un proyecto en el que hacía de guerrera. A los seis meses de embarazo fueron a Argentina, bailó haciendo acrobacias, saltos. Todo estuvo bien, pero en los últimos meses ya no podía inclinarse mucho y bailó a nivel alto, brazos, manos, pasitos. Después de dar a luz paró un tiempo por el bebé. Ahora él viene siempre y está en todas las clases y ensayos. Le gusta moverse.
La pasión de Ekaterina es la danza, ama bailar, ama estar con el público y, como bailarina independiente, le gusta enseñar a niñas, tiene una pedagogía estricta, (la escuela rusa), pero el carisma con el que enseña hace que las alumnas la quieran y los padres la recomienden. A pesar de los altos y bajos, por la situación del país, ella ha apostado su vida para que salgan las cosas en el área de la danza.
En las coreografías y en la interpretación plasma su esencia en temas como las mujeres, el ambiente, la migración. Para los solos, se ha inspirado en libros como Ana Karenina, en las brujas. La forma como baila la representa. “Muchas personas me han dicho, llorando, que eso les transmito yo, alegría o tristeza. Les gusta verme por esa pasión que les entrego. Es esa vibración, no soy un cuerpo flexible sin rostro, es la expresividad que hace salir de la cotidianidad”.
Ekaterina profundiza: “la danza es un viaje al más allá”. Con sus movimientos traslada a otras personas en un viaje a otros mundos posibles donde se encuentran seres de todo tipo. Hay luz, hay oscuridad, amor, tristeza. “Si sabes expresar, si utilizas tu interior y lo sacas, cuentas”.
“Como bailarina es excepcional, como coreógrafa es excelente y como creadora de proyectos es impecable, no hay otra mujer igual”, dice Terry Araujo, su maestro.
“Cada día es un paso, un proceso, cada día te sorprendes por algo nuevo, empiezas a conocerte más a ti misma, tus posibilidades”. La constancia de estar todos los días, de tratar de hacer las cosas bien, es la que ha marcado a Ekaterina que ha aprendido a ser hasta administradora de empresas. La experiencia se ha ido construyendo poco a poco.
Las obras más sentidas, Rebeldía, en la que utiliza la música de Silvia Pérez Cruz, con su tono de voz y buena música. Bailaba primero solo con su cuerpo, después tomaba una tela y se desprendían los aros de una jaula construida por ella misma. En esta coreografía la gente lloraba, posiblemente sintiendo que es prisionera. Y El rostro de un corazón representa a Rusia, cuando era niña, su abuela, el campo, “es una danza contemporánea exquisita, sentida, bien interpretada, excepcional, nunca se verá un trastabilleo”, corea Terry, orgulloso.
¿Qué haces para no tener nervios? Se pregunta ella misma. Y se responde: “rezo antes de las presentaciones y después digo, voy a disfrutar, y lo disfruto tanto que ya se olvida cualquier cosa. Cuando estoy en escena doy todo. Esa es mi pasión, así que tengo que hacerlo perfecto”.

Ekaterina Ignatova
Bailarina
Obra: Prometo No Obedecer. Cuando el destino se emancipa
Dirección y coreografía: Ekaterina Ignatova y Terry Araujo
Acto: Brujas
Intérprete: Ekaterina Ignatova
Lugar: São Paulo – Brasil. 10 Encuentro Latinoamericano de Danza, Performance y Activismo
Año: 2023
Fotógrafo: Giorgio D Onofrio
@giorgiodonofrio