Hay una huella en la mitad del camino, la sigo. Con mis ojos casi ciegos de transeúnte confundido, curiosamente, percibo otra, firme, visible, por el centro del camino. Me detengo, es una huella fuerte. En realidad son algunas huellas firmes en la mitad del camino, fuertes, las que sigo. Son huellas de pies caminantes, decididos, de pies curtidos por el caminar firme. Y yo, que devine en un espectador absorto del desquiciamiento de una civilización humana que me margina mientras me empequeñece, de pronto me encuentro siguiendo huellas, profundas, que me retratan la vida. Huellas femeninas que marcan caminos. Es de noche en el mundo, la vida se oculta, mientras millares de imágenes falsas se ponen en oferta en espera del mejor postor. Es de noche y hay niebla, pero yo continúo tras ellas. La niebla se despeja, hay luz en el medio de la noche. Miro, me encuentro con cinco mujeres solas en la noche. En un escenario, cinco actrices, caminando firme y por el centro. Las sigo, mejor dicho, sigo sus huellas, me abren camino, me tienden puentes, me despejan la niebla, me revelan la vida en un tiempo de mujeres.
Hija de las sucesivas debacles que van hundiendo a una sociedad que pierde la esperanza. Débora es una sobreviviente. Es una transeúnte en una sociedad que no se digna en mirarla y de la que se prefiere huir. Abre puertas que la conducen a habitaciones cerradas, descubre el dolor de ser en este principio de milenio. En el límite, en el borde de algún abismo profundo y negro como el final de la noche, mantiene un diálogo interior. Se reconoce, se transita en sus mundos íntimos, se valora. Aprende a seguir viviendo, después de todo.
Actriz: Diana Borja
Dirección: Patricio Estrella / Susana Nicolalde
Dramaturgia: Patricio Vallejo A.
Actriz invitada por Quintaescena