¡Efímera! ¡Tan efímera, como es la vida!
Así considera esta “agitadora social”, como ella misma se ha definido, a la actividad en la escena. Rosa Blanca empezó su vida pública cuando aun estaba en la secundaria, impulsando la huelga estudiantil en esos años setenta de petróleo y esperanza, de cierre de la universidades, en un contexto social muy movido por gente que ya vislumbraba el fracaso de esa “riqueza”.
Es, precisamente en esa coyuntura cuando el Teatro Popular se solidariza con las alumnas rebeldes del 24 de Mayo y llega hasta sus aulas, “es la primera vez en mi vida que veía teatro” dirá Rosa Blanca, quien enseguida forma parte del grupo de teatro del colegio las “chivitas”, dirigido por “un profesor muy guapo”, se trataba de Antonio Ordóñez, de quien acepta la convocatoria que hiciera para integrar el Teatro Ensayo, donde será parte de Elegía de las Mitas, Huasipungoy otras obras más. La actividad teatral le abre las puertas al conocimiento del quehacer escénico, a los nombres claves del movimiento teatral y junto al grupo forman parte del Nuevo Teatro Latinoamericano.
Al correr mil novecientos setenta y tres forma el grupo Caminitos, un proyecto en el que se plantean teatro para niños con adaptaciones de obras del repertorio universal. Ella, como tantas artistas en ese periodo, tiene plena conciencia social y política, en un Ecuador y Latinoamérica sometidos a dictaduras y opresión.
En un clima donde los obreros se movilizan, se activa también el corriente de actores culturales que se manifiestan a través de la música, la danza y el teatro de calle.
Será éste el preámbulo para en el setenta y seis fundar el TAF, taller de actores y fábulas, cuya actividad no ha cesado todavía. Blanca Rosa ha mantenido, como acción paralela, el aporte al escenario de Latino América, dirigiendo y coordinando Festivales como el de Teatro de Cámara en mil novecientos setenta y ocho, El II Encuentro de Trabajadores de Teatro, cuando ejercía como presidenta de ATT (asociación de trabajadores de teatro). Asimismo mientras se encontraba estudiando un pos grado en Caracas, organiza y co-dirige el Pregón de Caracas, ciudad en la que además ejerce como secretaria del CELCIT Venezuela y forma parte del Primer Ministerio de Desarrollo para la Inteligencia. En el dos mil uno y dos mil cuatro su experiencia le llevará a Nueva York donde organizará dos ediciones de los Festivales de la Ecuatorianidad.
Aunque en este momento está dedicada al cine, de hecho ha estado muy involucrada en la reciente película sobre el gran líder revolucionario: La revolución de Alfaro, esta actriz y gestora cultural nunca olvida la importante y la influencia que tuvieron en su vida creadores como Augusto Boal con su teatro del oprimido, Enrique Buenaventura y la creación colectiva y, por supuesto, el teatro pobre de Grotowski.
Genoveva Mora Toral
Fotografía: Archivo Grupo TAF.
Obra “Juana de Arco”.
1982