Zully Guamán

“Todas las historias se escriben en el cuerpo”

Dicen que en un principio no estaba el verbo, sino el movimiento. Que la danza fue la primera de las artes. Al menos en la vida de Zully Guamán, esto ha sido un principio. Zully tiene ojos negros y cabello ondulado, hay algo de gitana en ella. Se percibe ligereza en su cuerpo; sus movimientos nacen desde su interior, y es esa fuerza que es invisible pero poderosa, la que hace de su arte algo único. 

Zully creció bailando. Fue su madre, quien al verla inquieta e histriónica, le inscribió en un taller cuando ella apenas tenía seis años. Poco tiempo después la maestra le llamó y le dijo, casi como una orden: “Su hija tiene que seguir bailando”. Fue así como Zully hizo de la danza su profesión, su vida. Para ella, bailar es casi como respirar. 

Su mamá siempre le acolitó, desde chiquita; como vio que tenía talento y que bailar le hacía feliz, tomó una gran decisión: no inscribir a su hija en un colegio normal, sino en un bachillerato en Artes con especialización en Danza (el Instituto Nacional de Danza Raymond Maugé Thonie). Entonces, cuando Zully había acabado el colegio, ya era una bailarina hecha y derecha. Poco después se hizo bailarina profesional titulada por la Universidad de Especialidades Espíritu Santo de Guayaquil. 

En esa época, empezó a colaborar en proyectos escénicos de colectivos que estaban en auge en Guayaquil, como La Fábrica, con Natalie Elghoul, Influencias Danza, Fusión, dirigido por María Antonieta Ochoa, o Sarao, dirigido por Lucho Mueckay, quien ha sido una importante influencia en su vida. Más tarde su danza le llevó hasta España, donde participó, con Sarao, en la Gira Internacional «Presencia Cultural de Ecuador en España». 

Cuando su hija Delia nació, Zully tenía 21 años. Desde ahí, la maternidad le ha acompañado en su carrera. Su hija es su amiga, su compañera, se ha criado en el enotrno de la danza, rodeada siempre de coreografías y bailarines. La maternidad ha sido un impulso para Zully, me cuenta, un motor. De alguna manera ha pensado que si ya sobrevivió la fuerza de un parto, es capaz de todo. Y esa fuerza, además de la complicidad de su hija, le compañan siempre en todo. 

Hace 7 años Zully vive en Quito y es parte de la Compañía Nacional de Danza. Allí baila todos los días, incluso en pandemia. Ha pasado por todas, o casi todas, las formas del movimiento y la danza: desde el ballet, pasando por la danza-teatro y el performance hasta la danza contemporánea, e incluso bailes de salón de corte más comercial. No se queda con ninguna técnica, sino con todas; cada forma de expresión tiene su particularidad y cada una le ha dado una herramienta distinta. 

Zully me dice que su cuerpo, con los años, ha cambiado. Más allá de buscar movimientos estilizados o puramente estéticos, ella busca bailar las posibilidades que las técnicas y su cuerpo, siempre en constante cambio, le brindan. Ella concibe a su cuerpo como una instancia de trabajo, de búsqueda, que se acopla y se adapta, porque cuando el cuerpo cambia, la bailarina se adapta. Por otro lado, no hace falta necesariamente hacer muchos movimientos para bailar, me dice sabiamente. Se puede bailar desde la queitud, desde el silencio. Por eso no hay límite de edad para bailar. Quizá, de eso se trata, también la danza, de expresar el tiempo en el cuerpo, la vida en el cuerpo.

Aunque Zully no es coreógrafa, sí le interesaría incursionar en ese ámbito alguna vez. Por ahora, es una artista que crea desde adentro, con pequeños-grandes detalles, desde su lugar de bailarina. Las coreógrafas y los coreógrafos dan herramientas, y las bailarinas y bailarines ponen lo suyo, es decir, su particular interpretación de la obra con cada cuerpo diferente, crean, arman, improvisan. 

Un abrazo, una cachetada, un paso, ningún movimiento es inconsciente en ella. Cada uno de ellos bordea los límites con lo cotidiano llevándonos hacia terrenos más emotivos. Las historias se escriben en el cuerpo, dice Zully. 

No hay ápice de arrogancia ni pretención en su relación con la danza. Ella no la romantiza para nada, es más, la concibe de manera casi obrera, más que como una actividad etérea fuera de lo cotidiano, como un trabajo que ama. Zully baila. Ha crecido bailando. Para ella es parte de su vida. Lo ha hecho siempre y lo seguirá haciendo. 

Ana Cristina Franco

Fotógrafo: Darwin Alarcón 
Obra: La Hija Menor de Bernarda Alba 
Obra Coreográfica: Lucho Mueckay 
Quito, 2016