La herencia viva de Mamá Zoilita: bailar hasta el último aliento
Zoila Úrsula Custodia Espinosa Minda, mejor conocida como Mamá Zoilita, es la más legendaria y querida bailarina del valle del Chota y, probablemente, del Ecuador. Su apodo, la “Reina de la Bomba”, lo dice todo. Figura emblemática de la negritud imbabureña y ecuatoriana, Mamá Zoilita se convirtió en una institución en sí misma, una figura, un símbolo y un emblema de la riqueza de la cultura afro, de todos los matices y tonalidades que guardan las poblaciones negras de nuestro país. Fue, como lo planteó Catherine Walsh en el homenaje que le hiciera a la Reina de la Bomba la Universidad Andina Simón Bolívar a dos años de su muerte, el símbolo del pensamiento en movimiento, la idea hecha cuerpo, el cuerpo pensando, enunciando, interviniendo en el medio social por medio del baile.
La lucha de Mamá Zoila fue llevada a cabo desde la alegría, la sonrisa y la danza. No es difícil imaginar lo dura que puede ser la vida para una mujer negra en el Ecuador, más en los años de juventud de Zoila. La prueba más flagrante de esto es que recién a los cuarenta años descubrió que su mayor talento y su más aguda habilidad era el baile. Como por error, cuando no encontró trabajo como empleada doméstica o como lavandera, se adentró en el mundo de la bomba y reconoció en sí misma a una bailarina nata. Esto debe haber implicado para ella, al mismo tiempo, una revelación y un desasosiego, en la medida en que la bomba la llevó a estudiar a profundidad su cultura y su historia –una historia marcada por la discriminación y la injusticia. La historia de los pueblos afros del Ecuador, y del mundo entero, está marcada por el abuso, el sometimiento y el desprecio. Es imposible no pensar en el destino de una bailarina del talento de Mamá Zoila con los privilegios de una persona mestiza: ese ejercicio de imaginación causa dolor y estupor. Pero la historia que se hizo Zoila Espinosa a sí misma reclama algo más, una afirmación de su vida y de su potencia, un recuerdo que tenga por emblema la belleza y la persistencia de su sonrisa.
En cualquier caso, la fuerza política y estética de Mamá Zoilita se le veía en el rostro y en el cuerpo: sonrisa amplia y ojos altivos, dulzura en la expresión y sensualidad ancestral en las caderas, equilibrio en la cabeza y pies bien plantados en el suelo, como raíces o como cimientos. Eso era ella. Cuando Walsh habla de pensamiento está hablando de un pensamiento performativo, corporal, gestual, inasible, reacio a cualquier conceptualización. Mamá Zoila pensaba bailando, reivindicaba su cultura bailando, vivía su maternidad, su negritud, su condición social, siempre, bailando.
Y así supo hacerse un camino, no al andar, sino al bailar. Fue conocida en las ciudades; autoridades municipales, institucionales y estatales la invitaron para conocer más de cerca su apuesta, su lucha y su baile. Fue madre de once hijos, nunca dejó de lado las tareas del cuidado y las supo combinar con su vocación. Esa pasión, esa energía femenina y negra, esa lucha sin descanso, la llevó a bailar en el extranjero, a ser homenajeada, a visibilizar esa cultura que tanto amaba en muchos lugares dentro y fuera del país.
Cuando la bautizaron como la Reina de la Bomba, Zoila pareciera haberse tomado el título con absoluta seriedad y responsabilidad, es decir, con la conciencia de que ese es un
título a perpetuidad. Por eso, tal como cuentan sus allegados, bailó hasta el fin de sus días. A pesar de las recomendaciones médicas y de tener una falla cardíaca, nunca abandonó el baile. Incluso necesitando ayuda, incluso a riesgo de su propia vida, Mamá Zoilita bailó hasta el final. Es que para ella, según dicen numerosos testimonios, el baile era un espacio casi terapéutico que le permitía poner pausa a las preocupaciones, los miedos, los dolores. Bailar era vivir, y si tenía que morir, moriría bailando.
Y así ocurrió el 29 de agosto de 2017. Poco antes de cumplir 84 años, la Reina de la Bomba, Mamá Zoilita, Zoila Espinosa Minda, falleció a causa de sus problemas del corazón. Unos años antes, en 2013, fue reconocida por el Ministerio de Cultura como Mujer Portadora del Patrimonio Cultural Inmaterial del Ecuador. Eso quiere decir que su muerte implica la muerte de una parte de nuestra historia, ya que su cuerpo, ahora desaparecido, llevaba en la piel aquello que nos hace ser quienes somos, esa mezcla de historias, de etnias, de dolores, de alegrías, de deseos, de comunidades que forman nuestra extraña, heterogénea e inabarcable cultura. Mamá Zoila luchó desde su lugar, que era su valle del Chota, que era su Ambuquí natal, que era su baile, su botella, su familia, su comunidad. Reivindicó la belleza de la cultura afro, la profunda complejidad de las comunidades racializadas del Ecuador, y lo hizo desde la sencillez y la alegría que le daba su pasión por bailar.
Hoy la recordamos con inmenso cariño. Su trabajo por difundir su cultura fue incansable, denodado y comprometido. Enseñó a las generaciones más jóvenes a bailar, a sostener y a vivir el legado centenario de la Bomba, que encierra tantas otras cosas. Si bailar hasta el último aliento fue su mayor apuesta ética y estética por la continuidad de lo que a veces parece destinado a la desaparición, es entonces necesario y hasta imprescindible que quienes la hemos sobrevivido estemos a la altura de esa herencia y de esa vitalidad que caracterizó la trayectoria de Mamá Zoila: un sentido de pertenencia y de comunidad que nos vendría bien abrazar en estos días convulsos.
Daniela Alcívar
Zoila Espinoza Minda
(Mamá Zoila)
Reina de la Bomba y conocedora de Saberes Ancestrales
Fotografía: Hugo Alberto Pavón (hijo)
Evento: Mamá Zoila y banda mocha del sector Chalguayacu Caserio Chalguayacu Provincia de Imbabura
2017
Presentación de: Mamá Zoila y banda mocha del sector Chalguayacu