“Para mí esto es un oficio y en ese sentido, trabajo, sueño y me doy muchas libertades”.
Hacia el año ochenta y cuatro empieza a trabajar con Ramón Serrano, el oficio lo va aprendiendo “sobre la marcha”, Ramón es quien le hace conocer este mundo maravilloso de los títeres. Poco a poco y mediante su propia iniciativa estudia e investiga, hasta que, como en el juego, parece decir el florón (era el nombre del grupo de Serrano) está en mis manos, y se decide a probar otros espacios, realiza junto a Cristian Carrasco, teatro de calle y presentaciones para escuelas. Siguiendo el periplo de su búsqueda, permanece un tiempo con Tilintintero, dirigido por David Torres, para entonces ya se había familiarizado y los muñecos eran parte su vida, pero sentía que había que aprender más. Viaja a Italia en el noventa y siete, estudia dramaturgia, trabaja con algunos grupos y perfecciona la escultura en madera, que en Ecuador había aprendido de alguien a quien ella respeta y recuerda con cariño, Pepe Yépez.
A su regreso funda Titiritainas, “un grupo de a una, yo y mis muñecos”. Sin embargo, esto no ha sido obstáculo para mantener una actividad ininterrumpida, para escribir, para crear y para producir un festival internacional de títeres: Con bombos y platillos, desde la Fundación Titerefue. En el año dos mil siete inaugura esta fiesta que año tras año invita a los titiriteros del mundo.
Yolanda es de esas personas transparente que ama lo que hace, sin aspavientos ni poses: “Me considero una artista en el sentido de que mi filosofía, mi ideología, mi estética, está en mi obra. Pero más bien soy una artesana, para mí esto es un oficio y en ese sentido, trabajo, sueño, y me doy muchas libertades”.
Entiende que todo está dicho, que no hay dogma a la hora de crear, se sabe una artista popular que cuenta cosas de su entorno, historias que nos pertenecen y no importa que sean localistas, el punto es que tengan identidad, “Me emociona cuando estoy en las europasy se reconoce que esto es de Latinoamérica”.
La escritura la tentó desde sus comienzos en el teatro, Pinocho fue su primera adaptación, le siguieron varios cuentos pequeños. Su primer texto fue Sarustio, el caballo adolescente. Siguió con La lupita, un homenaje a la mala suerte; Sopa de Ladrones; Tres tristes historias, cortas pero breves; El agua; Leyendas populares; De cómo Vladislao XXV llegó al barrio de San Juan, con esta obra ganó el premio Proyectos Escénicos del Teatro Sucre. Ahora mismo está escribiendoLa brava.
Al año anterior correspondeLas bodas del sátiro, escrita para el grupo italiano Teatro in Piedi, y Una historia sencilla que la escribió para Trapusteros Teatro y la acaban de estrenar en España.
Las contrariedades no han sido un freno, cree firmemente en la autogestión, es optimista y “Siempre digo este es mi mejor momento, pero creo que sin ser demagógica, me siento muy bien cuado una obra funciona. Cuando sale bien me proporciona la sensación de una golosina, es que como haberme comido muchos chocolates, me siento feliz”. En lo que sí está clara es en no hacer temporadas, eso es lo único que le pone triste, porque no siempre el público responde, a pesar de que han sido pocas las ocasiones en que le ha tocado cerrar el telón.
María Eugenia Paz y Miño

Fotografía: Archivo personal.
Obra “Tres historias tristes cortas, pero breves – Fragmento: Los hermanitos”.
2004