Tanya Sánchez Rivadeneira

“Lo que  me gusta del arte, es esa posibilidad de transformar las realidades. Esa posibilidad ritual de provocar emociones en muchas personas reunidas… El universo ritual ha sido muy importante para mi trabajo porque de allí he conseguido mucha inspiración para crear”

Entre juegos de infancia, en los que se convertía en una estrella de escenario, y sus primeras visitas al teatro, en las que pudo ver a grandes artistas como Carlos Michelena o Las Marujitas, nace en Tanya el deseo de seguir el camino del arte. Gracias a la sensibilidad de sus padres, para identificar estas sutiles pulsiones que la hacían vibrar cada vez que tenía contacto con algo artístico, ella pudo tomar cursos de actuación, música, y danza desde muy temprana edad.

Sorpresivamente, llegado el momento en el que las personas optan por una profesión para sustentar su vida adulta, Tanya no se decidió por algo artístico, sino por el Derecho, carrera que estudió por dos años. Sin embargo, la vida se encargó de poner el arte nuevamente en su camino. El pretexto: una obra de teatro que debía armar con sus compañeros de carrera, como proyecto para una de las materias que cursaba. “Solo vine a hablar por teléfono” fue la obra que montó, basada en un cuento de García Márquez con ese título. Cuando empezaron los ensayos para esta obra, le sucedió algo muy especial: tuvo la oportunidad de reencontrarse con la vibración que sentía por lo escénico desde su primera infancia. Para Tayna este fue un momento decisivo en la vida, pues se conectó nuevamente con el deseo profundo de crear desde el lenguaje del cuerpo.

Desde el inicio de su carrera artística, tuvo predilección por las artes circenses. Transitó también por el teatro y la danza, en escuelas de teatro como El Teatro del Cronopio y la escuela Exploradores de la Danza, experiencias que la llevaron a identificar su necesidad de crear desde el circo. Su opción profesional no estuvo ajena a la presión social que tienen las personas que eligen ser artistas de oficio: “No era bien visto ser mujer artista y, peor mujer artista del circo… Era muy distinto a ser chelista de la Sinfónica Nacional, eso sí estaba bien visto. Yo “semaforeaba”* en las calles, como mucha gente que explora este oficio, lo que hizo más fuerte esa presión social, incluso de ciertos familiares que veían con malos ojos mi vida, inclusive creían que yo mendigaba”. Lo antes dicho hizo eco en Tanya. Ella misma no podía visualizar la profesionalización en este oficio. No conocía a nadie en el país que viviera del circo dignamente, lo que generó en ella un profundo estado de angustia, que poco a poco se iría disipando.

De algún modo, esa presión social produjo en ella un acto de conversión, a través del cual la guerrera, mujer de luna y arte, floreció. En 2003 viajó a Chile junto a su compañero de profesión y de vida, Matías Belmar, para formarse como actriz circense. El Circo del Mundo fue su espacio de formación. Luego fundó en la ciudad de Santiago de Chile, el Espacio Círculo, espacio que actualmente sigue en actividad con el nombre de Casa Bufo. Hasta ese entonces, sus actividades no le habían dado la oportunidad de crear. Optar por vivir en el campo, a las afueras de Santiago, y ser madre fueron las dos cosas que la ayudaron con ese pendiente. Una de sus primeras creaciones fue “El Gran Circo de Olga la Pulga”, obra que se sigue presentando hasta hoy como repertorio de su grupo: el Círculo de Artes Escénicas. Para Tanya, “las obras deben durar muchos años, para eso se crean, no tiene sentido un debut y despedida”.

Tanya considera que es una mujer incansable, una empresaria del arte. Sin temor a hablar de la empresa artística, desde la concepción primera de las grandes compañías familiares en las que los espectáculos podían girar alrededor del mundo entero, promocionando su trabajo; Tanya afirma que ese entendimiento fue el que la condujo a producir sus creaciones. Además de ser parte del elenco de las obras, se dedica a la producción. “Soy productora porque creo que hay que tener la voluntad para que los sueños se cumplan”. Ha logrado fusionar muy bien el trabajo y las otras dimensiones de su vida, al punto de considerar que la frontera entre lo laboral y lo privado se ha borrado absolutamente, ya que su profesión está integrada a sus decisiones vitales: “La vida ha sido generosa conmigo y me ha permitido vivir una vida en la que no siento la división del arte y el trabajo, por suerte mi familia es mi empresa, por ahora se constata que algunas de las compañías que persisten y han tenido éxito en el mundo del arte, han sido aquellas que se hallan dentro de un núcleo familiar”.

Su retorno a Ecuador marcó con más fuerza su necesidad de producir desde el arte. “La Insensata” fue uno de los proyectos que emprendió en Quito, un espacio independiente ubicado en Tumbaco, una carpa de circo, un espacio escénico de creación circense. “Todo cirquero sueña con tener una carpa, nosotros -Matías y yo- llegamos a tener la nuestra porque en el circo es muy importante el espacio. Los cuerpos y los objetos pueden moverse hacia arriba, hacia los lados, con una libertad incomparable. Casi ningún teatro en Quito tiene las dimensiones espaciales para crear este tipo de espectáculos”. A pesar de haberse constituido como un referente artístico alternativo, el proyecto duró un año, debido a problemas con la comunidad circundante, que no comprendía la dinámica de trabajo artístico en una carpa de circo, y sobre todo -menciona- por las dificultades económicas que conlleva sostener un espacio artístico alternativo como “La Insensata”, en una ciudad que no cuenta todavía con públicos que consumen productos culturales escénicos. Actualmente la carpa se encuentra en la ciudad de Guayaquil.

Antes de despedirse, Tanya toca una parte muy importante de su vida: su mundo espiritual. El respeto por la Madre Tierra, por las sabidurías atávicas del territorio latinoamericano, y el reconocimiento de la potencia creadora de la feminidad; búsquedas que le han permitido encontrarse con otras mujeres de cantos y danzas de otros territorios, con quienes comparte esa veta creativa que brindan las raíces espirituales ancestrales. Espacios como el Encuentro de Mujeres de Luna, que crece año con año, han fortalecido el proceso de reconexión con la magia de la creación y la transformación espiritual de Tanya. “Me gustaría que me recuerden como una mujer que logró cumplir sus sueños”, es la frase con la que su risueña voz cerró esta grata visita a su intimidad.

*Semaforear: Números artísticos para espacio abierto de corto formato, que se realiza en los semáforos de las ciudades mientras el tránsito se encuentra detenido.

María Fernanda Auz
Septiembre de 2018

Fotografía: David Navarro
Año: 2015
Obra: El País de la Canela
Lugar: Quito – Ecuador