Rosa Amelia Poveda

Rosa Amelia Poveda y la danza no convencional

“Me dieron el regalo perfecto, me pusieron en el lugar perfecto”, dice Amelia al recordar que a los cuatro años entró al Instituto Nacional de Danza. Después pasó a la Compañía Nacional de Danza. A los 15 ya era parte del Ballet Ecuatoriano de Cámara.

Desde muy joven hizo su carrera artística en organizaciones sociales. Y como si creyera en el destino, menciona a un director alemán de cine que llegó a Quito, la vio actuar y le dijo que bien podría audicionar en Alemania. Ella fue, audicionó y se quedó a formar parte de una compañía de danza teatro que necesitaba gente joven para sus montajes. Siempre sintiendo que estaba en el lugar indicado, desempeñando el papel ideal, actuó como hija en una adaptación de la obra de Passolini, “Teorema”.

Tenía programado bailar un año en Alemania y se quedó catorce. Actualmente, su actividad principal es la coreografía. Su filiación artística está en la danza teatro, en trabajar la vinculación del lenguaje de la danza con el lenguaje hablado, ejercitar la concordancia y también la descoordinación entre estas dos manifestaciones.

Entre idas y venidas, su regreso último de Alemania fue en 2011. Una beca para la carrera de lenguaje y música en movimiento de la Universidad Católica le permitió quedarse. Así, ha completado una visión pedagógica para aplicar a las artes.

Siempre creativa y transgresora, desde muy joven ha concebido sus propias obras de danza, entre ellas, “El encanto”, en la que representó una Valdivia, con maquillaje diferente, con una escenografía nueva, incluida una tina de agua dentro de la cual termina el personaje. Para ella fue muy importante presentar ese estudio plástico, rompedor de esquemas, afirmador de caminos. Otra obra significativa es “Tú que cierras los ojos y yo que al verlos pierdo los míos”, que personifica a la virgen del Panecillo que baja a la ciudad y no vuelve a su cielo, se queda entre las calles como mendiga. En “La muerte se pone mis zapatos”, aparece una fila de zapatos que hablan de suicidas que nunca llegan a hacerlo pero que de solo pensarlo, ya están muertos. “El laberinto introspectivo del alma” es una obra basada en el diario de Ana Frank.

“Ars papyrus poeticus”, una obra para ella muy querida, con textos de Entre Marx y una mujer desnuda de Jorge Enrique Adoum, combina la danza con la palabra. Ella sabe que la danza y el escenario le permiten transitar en lo que quisiera ser o no ser.

Su intención es manejar el teatro de manera no convencional. Por eso propone manejar el espacio escénico de otra manera: el público se ubica en el escenario y los actores en la platea; el público se mueve por todo el teatro. Todo eso para que las personas puedan movilizarse, sentir sus cuerpos que son negados cuando se apagan las luces y se sientan. Además, le gusta generar espacios donde la gente se divierta en escena.

Actualmente prepara “La ciudad de las mujeres innobles” una dimensión de sororidad, con una carga femenina muy grande. En la obra participan bailarinas, actrices y mujeres de la escuela del Colectivo Mujeres de Frente que funciona en la Casa Catapulta, un lugar de crecimiento humano que acoge a mujeres, niñas y niños para realizar diferentes actividades a partir de la educación y el arte, del cual Amelia forma parte.

Como maestra de danza, en la Escuela de Mujeres de frente, ha podido objetivizar el movimiento. Después de su experiencia dancística, de sentir sus cuerpos, las mujeres escriben. A partir de ese trabajo se han producido dos libros que hablan de la reminiscencia del movimiento en el cuerpo.

Como profesora calificada de yoga, formada en Alemania, también da clases a los niños de la Casa Catapulta quienes reproducen la experiencia con dibujos. Aceptar y elevar la individualidad de la persona es uno de los objetivos.

Actualmente, Amelia vive en la Casa Catapulta, en un cuarto que da al balcón. “Aquí no puedes hacer pausa. Entras en dinámicas que tienen que ser en colectivo”, explica, es una buena práctica, al igual que los espacios de voluntariado, que han permitido crecer a la Casa, en la cual también se organizan fiestas barriales y una programación continua que vincula al barrio como una buena práctica ciudadana.

Amelia brinda clases de inglés en el barrio. Con eso se negocia el financiamiento de “Las mujeres innobles” y parte del financiamiento de la Casa. En ella hay mucho movimiento: se dictan talleres de teatro y cine, existe un espacio para los guaguas con almuerzos, tareas dirigidas, talleres. Es un espacio de contención porque los niños y niñas, de diversos lugares de Quito vienen de historias fuertes. Los artistas que participan en la Casa son ejemplo de adultos referenciales.

Otro proyecto es abrir una biblioteca infantil, para que los niños tengan un sitio al que acceder con facilidad. La lectura puede ser ese sitio, como lo son la danza, el yoga, espacios donde puedan estar solos con ellos mismos y que construyan su discurso propio, su propio espíritu.

Para Amelia es importante invitar a otros grupos a formar parte de la experiencia artística, dejar la élite. En este país todavía se piensa en el arte como un excedente no como una experiencia necesaria para la vida. “Si quieres lectores de arte tienes que ir a los lugares donde necesitan. Es allí donde hay anhelo. Quizás en las otras esferas hay otro tipo de anhelos pero no son los necesarios”.

Y tiene pendiente decidir sobre su vida personal. Su tiempo en Ecuador ha sido valioso, tiempo de dar y aprender, de recibir el cariño de los niños, las compañeras, las mujeres de la Casa Catapulta. Pero ella sabe cuál es el lugar donde puede conectarse con muchas cosas y tener conciencia. Es Barcelona, a donde volará para reafirmar su vida personal, su lucha, la construcción de su trabajo. “Quiero envejecer feliz, en un lugar donde pueda hablar todo lo que quisiera hablar”, dice convencida de que Barcelona la espera. “El mundo es bello y nos pertenece. Es tan grande y a la vez pequeño. Es maravilloso”, sonríe.

Jennie Carrasco

Fotografía: Gloria Minauro
“Antígona”
Obra realizada en Residencia en la Caldera – Barcelona
Coreografía de Rosa Amelia Poveda
México, 2009