«Mi danza es vital, honesta, con mucha fuerza y sencilla a la vez”
Empieza a bailar cumplidos los veinte años en el Ballet Ecuatoriano, dirigido por Marcelo Ordóñez, lo hace durante siete años. “Al principio no me gustaba el folclor y luego lo fui entendiendo”. Además estudiaba a la par, danza contemporánea y clásica con Fausto Villagómez y Felipe Gonzáles, respectivamente. “Las cosas de la vida, siendo rockera me puse a bailar música andina”.
Patricia decide entrar a la universidad y realiza su carrera en diseño teatral “pero no era suficiente, necesitaba bailar”. Con Byron Paredes crean el TIC un taller de investigación creativa en el que trabajan durante cinco años. Luego vendrá la época en Humanizarte y es ahí donde, un doce de octubre, preparándose para celebrar los Quinientos Años de Resistencia, conoce a Enrique Males, quien es su compañero desde aquella memorable fecha.
La asociación con Enrique le ha permitido a Patricia entender mucho más su cultura y reafirmarse “como un ser humano creativo”, perder sus miedos y enfrentar al público de una manera más segura. Establecer una relación más cercana con los espectadores. “Hemos empatado como pareja y profesionalmente” Sus montajes llegan mucho a la gente, esa es la misión del arte”.
En su andar profesional llegó al momento de dar un paso más allá del folclor, a través de entender más profundamente la identidad ecuatoriana. Comprendió que el folclor tenía un límite, que cuando se quiere ir más allá, hay que encontrar cosas artísticas. Califica su danza como etnocontemporánea, “un folclor con mucha alma”.
Patricia no ha parado de entrenar. Lo hace con danza clásica y contemporánea, son su herramienta para sentir la libertad, para moverse en el espacio escénico.
Cuando piensa en sus referentes regresa en su memoria a su primer trabajo en un una imprenta, donde una compañera escuchaba música andina y, aunque no era precisamente lo suyo, sintió “algo” que se reafirmo cuando la misma amiga, la llevó a un concierto de Ñanda Manachi, “creo que lo tenía en mi espíritu”. Ahora sabe que es lo indio lo que la inspira, no lo mestizo. “Antes de bailar escucho esos temas indios. Unas voces que vienen como de las montañas”.
Reconoce en Marcelo Ordóñez la semilla que sembró. En Byron Paredes su entusiasmo para levantarla cuando se “bajoneaba”. En Kléver Viera al maestro que le ayudó a descubrir, más en el espíritu que en el cuerpo.
Entre sus trabajos destacan:
Imágenes trashumantes , que estuvo en cartelera más de siete años.
Un extraño concierto dos mil años después, una obra especial porque en ella se usaron instrumentos ancestrales. “fue muy fuerte porque se volvieron parte nuestra y a la hora de devolverlos, nos causó mucho dolor”.
Shushimilla: una sola voz, un trabajo que lo denomina etnocontemporáneo. Un recorrido histórico desde el tema del ayllu.
Rumiñahui Katun Apu, de Nelson Díaz con música de Enrique Males.
Maria Eugenia Paz y Miño

Fotografía: Archivo personal.
Obra “Un extraño concierto 2000 años después”.
2006