María Tejada, cantadora de historias
“Mi arte es un camino de vida que busca encuentros y sanación a través del canto”
Cuando era niña, después de la escuela, María Tejada solía ir a casa de sus abuelos Elvia Chávez y Leonardo Tejada, ambos pintores. Quizá haya sido allí, en esa casa que para ella resultaba encantadora y misteriosa, donde se haya forjado su instinto musical. María veía a sus abuelos pintar mientras escuchaba pasillos, boleros o tangos que su tía Susana, -que también vivía ahí -ponía en el tocadiscos. Esas tardes, sus abuelos, su música y su arte se quedarían grabadas para siempre en su memoria.
María empezó muy temprano, haciendo ballet; lo hizo hasta casi los 11 años, luego tuvo que dejarlo porque le demandaba demasiado tiempo y sus papás no querían sacrificar sus estudios en el colegio Spellman. Fue duro, ella amaba bailar. Pero ese mismo año se inscribió en un coro en el colegio. Entonces encontró en el canto una conexión súper fuerte y no lo volvió a dejar. Estaba siempre en coros, participaba en presentaciones con su maestra, iba a festivales, cantaba en todas las actividades de la escuela posibles, y, como estaba en un colegio religioso, y los salesianos en eso eran muy abiertos, dice ella, habían muchos festivales de música, era la vocalista principal en la misa. Bien o mal, su colegio le permitió estar siempre activa en el arte.
Cuando vio que le gustaba el canto, su abuela llegó “con su barita mágica”, me dice María. Fue ella quien le pagó todas las clases con la maestra Blanquita, Blanca Hauser, una maestra chilena que fue maestra de grandes cantantes, quienes hoy, su vez, se han convertido en maestros de canto. “Blanca dejó muy buena semilla de canto en el Ecuador”, me cuenta.
Cuando acabó la secundaria, estudiar música no era una opción. Solo existía el conservatorio. Entonces, después de culminar una carrera Marketing en la Universidad San Francisco, pensó que quizá era tiempo de dedicarse a lo que realmente le interesaba. Aunque sus opciones eran Cuba o Venezuela, el destino le llevó a Francia. Fue a través del músico Carlos Arboleda -con quien María ya había participado antes en el grupo musical Karma- que se fue de gira por Europa. Allá se dio cuenta de que era fácil acceder a la educación pública y se quedó, finalmente, 10 años.
En Francia María perfeccionó su técnica; conoció a la cantante Dalia Negra, con quien profundizó en la música tradicional del Caribe. También conoció a su actual esposo, Donald Régnier, un guitarrista con quien conforma hasta ahora un dúo llamado “Iguazú”. El encuentro con él también significó la posibilidad de unir su talento con otro y de compartir el gusto por la música brasilera y otros ritmos latinos. Paradójicamente fue en Europa, lejos de sus tierras, donde descubrió su gusto por la música ecuatoriana tradicional, por el mestizaje, por volver a las raíces de su cultura.
Según María, sus música está bastante la inspirada en su abuelo, porque Leonardo Tejada trabajaba elementos folklórikos y los fusionaba con pintores como Miró o El Greco. A pesar de que su arte se estaba alimentando constantemente de las vanguardias, su abuelo solía decir que es súper importante que un árbol mantenga siempre las raíces cerca, fuertes, porque son ellas las que lo sostienen. Él fue un defensor increíble de la América Latina, dice María, pero no por eso dio la espalda a las tendencias occidentales en el arte. María se da cuenta de que ella hace lo mismo. Su música no es un folklor tradicional sino que explora la fusión entre lo andino y lo europeo. Lo que ella busca permanentemente es encontrarse como ella misma y no imitar a Carlota Jaramillo. “Una intérprete tiene que apropiarse de una canción y volverla suya. Entregar un discurso propio que nadie más lo va a decir, porque eso es la maravilla de la voz, la voz es un timbre único que nadie más tiene y que eso es justamente lo que hay que aprovechar, nadie es igual a nadie, todo el mundo tiene una cosa diferente que decir a las personas”, me dice ella.
Elvia Chávez fue una de las primeras alumnas mujeres en la escuela de Bellas Artes, en Quito. “Ella fue mi madrina en todo lo que es actividad artística, yo sin mi abuela no hubiera podido recibir una clase de ballet, una clase de canto. Ella era la que siempre me hablaba sobre la importancia de tener un espacio y un tiempo para cultivar mi arte. Me snseñó a defender mi espacio, mi hueca, “mi jardín secreto”, como ella lo llamaba.
El estudio actual de María Tejada, su jardín secreto, está lleno de imágenes; afiches de sus conciertos, pinturas de sus abuelos, un retrato de su hijo, Regina, Caetano Veloso, Bobby McFerrin, Edith Piaf, Kurt Elling, Mercedes Sosa, Rubén Blades, Sarah Vaughan, Iben Ferrer, Dulce Pontes, Ella Fitzgerald, Frank Sinatra, Chabuca Granda, Ibrahim Ferrer, Carlota Jaramillo. “Esta es mi Iglesia, mi templo, aquí me encierro a dar clases, aquí me encierro a estudiar mis canciones, aquí me encierro a componer, son las imágenes de gente que admiro”.
Los intérpretes, me cuenta, tienen dos herramientas principales: la primera es la voz, ese timbre único en el mundo que jamás será igual a otro; y la segunda, la letra. La letra es una herramienta muy poderosa. “A diferencia del instrumentista, quien cuenta con sonidos y vibraciones, nosotros tenemos la palabra. A parte de tener la voz, tenemos la palabra que nos permite contar una historia cantándola” me dice María. “Los cantantes manejamos las emociones a través de las notas pero también contamos historias, somos contadores de historias. Entonces, la persona que no sepa contar su historia, no canta. Al menos, eso es lo que yo les digo a mis alumnos. Les trabajo eso y lucho; porque ellos vienen de una generación donde la música que escuchan es bastante banal, bastante ligera, bastante simple. Para mi la palabra es la mitad de mi rol.”, me dice María.
Aunque se define más como intérprete que como compositora, desde el 25 de noviembre de este año está rondando en redes sociales un videoclip llamado “Pido Volar” que es una compocisión de su autoría. Esta canción la escribió en Febrero del 2019, inspirada, o más bien harta, de los feminicidios y los casos de niñas violentadas y obligadas a ser madres. Llamó a 23 compañeras para hacer trabajar juntas en esta pieza. Entre las otras voces se escucha a Mariela Condo, a Grecia Albán, entre otras. La canción, acompañada de imágenes que el cineasta Iván Mora puso en escena, retrata las ansias de libertad de las mujeres en tiempos violentos. Para lograr hacer realidad este proyecto se hizo una campaña de crwoldfounding que finalmente logró su cometido. Pido Volar es una canción conmovedora donde varias voces y sueños se unen para hablar de una misma necesidad. Uno de los proyectos más autorales de María Tejada, quien, una vez más, nos lleva a lugares inesperados a través de sus palabras y su voz.
Ana Cristina Franco
Concierto disco Esencia
Fotógrafo: Ricardo Centeno
Disco: Esencia
Quito 2016