María Fernanda Buendía

“El arte duele, te deja desnuda frente a la vida y a expensas del mundo. Permite quitarse los escudos que sirven para enfrentar la vida. Al mismo tiempo el arte es mi soporte, es a donde puedo regresar cuando lo necesite, es mi punto de fuga”.

Su historia de vida la ha convertido en una luchadora tenaz. Desde muy pequeña se ha enfrentado a poderosas negativas, que de no ser por su férrea voluntad, la hubieran apartado de los escenarios. María Fernanda ha estado siempre cercana a procesos sociales, educativos, y culturales. Sus padres, activistas sociales, la educaron con criterios de justicia y equidad; cuestiones que para ella no solo tienen que ver con teorías políticas y sociales, sino con la búsqueda del bienestar común, búsqueda que se sostiene en la fortaleza espiritual que brinda la fe en un motivo superior, “como tú quieras llamar a esa energía que mueve el universo, no importa; yo le digo Dios, la humanidad nombra a esa fuerza con miles de palabras”.

Su relación con lo corporal siempre ha sido una fuente de exploración para María Fernanda. Su inquietud por las tablas surgió desde muy niña. Le encantaba bailar, de hecho,  audicionó en una conocida academia de ballet de la ciudad de Quito, pero no logró ingresar por su estatura. Vivencias como estas, la impulsaron a reflexionar sobre los estereotipos que existen sobre los cuerpos femeninos dentro y fuera de los escenarios, que desde su perspectiva, siguen marcando ideales coloniales dentro de los procesos pedagógicos, en varias instituciones que se dedican a la formación artística en nuestro país, lo que limita los procesos creativos locales y, sobre todo, refuerza en la identidad individual de las personas, el gran peso de responder a una estética oficial, que excluye la diversidad de edades, tallas, pieles, expresiones de género, y plasticidad de los cuerpos; clasificándolos como aptos o no aptos para la escena. No obstante, pudo ingresar al ballet folklórico infantil del grupo Jacchigua, en donde también experimentó el peso de los estereotipos, pues tenía pocas oportunidades de obtener papeles protagónicos, por su pequeña estatura, “no entendía que a pesar de que yo bailaba con todo mi esfuerzo, de manera impecable, no fuese tomada en cuenta como protagonista por mi estatura, mi estatura era mi límite, me lo dejaron en claro”.

La anécdota que la conecta con el teatro se dio en la escuela. Junto a sus compañeros participó en una obra de teatro sobre Simón Bolívar, en la que ella encarnó al “Libertador”, a sus maestros y amigos les gustó mucho, y a María Fernanda le provocó mucha satisfacción saber que podía jugar a encarnar a cualquiera. Sin embargo, no veía al teatro como una profesión. Ya en el colegio, y gracias a la curiosidad de su hermana, tuvo la oportunidad de realizar un intercambio estudiantil. Se fue a República Checa, en donde las perspectivas sobre sí misma y sobre muchos estereotipos asociados al arte cambiaron, pues a pesar de su diferencia, su estatura no fue nunca cuestionada.

A su regreso al país, intentó estudiar la carrera de Derecho, pero finalmente eligió la carrera de Sociología en la Universidad Católica de Quito. A la par, y por influencia de su hermana, María Belén, decidió estudiar teatro gestual en la Escuela del Cronopio, dirigida por Guido Navarro. Aquí se encontró con personas que tenían experiencia en el mundo artístico siendo mucho menores a ella. En un primer momento María Fernanda se sentía en otro mundo, sin embargo, ese ambiente de trabajo le exigió esforzarse para estar al nivel de sus compañeros. Por otro lado, ingresó en la Escuela de danza contemporánea Futuro Sí, en donde su corporalidad no fue tamizada por las formas, todo lo contrario, pudo explorar sin ningún límite, la calidad de movimiento de su cuerpo y sus expresiones. Cuenta que su práctica dancística es algo más personal. Bailar es para ella una actividad íntima, pues lo hace exclusivamente para sí misma.

Después de su formación en la Escuela del Cronopio, sus búsquedas la llevan a formar parte del grupo el Teatro de los Silfos, en el que trabajó en la obra “La trágica Siesta de Julián Regalado”, también se formó como mimo en la Escuela de mimo y pantomima, dirigida por José Vacas y Mónica Coba, con quien encontró el equilibrio entre la plasticidad de la danza, la potencia interpretativa de la actuación, y la riqueza del mundo espiritual que le brindaba su maestro José. También participó en la Escuela Latinoamericana de Mimo y Teatro Corporal Sede Quito, dirigida por Luis Cáceres. Ha tomado varios talleres con maestros nacionales e internacionales como Fiore Zulli, Ana Correa y Débora Correa, Antonio Faba, Luis Cáceres. Desde el 2010 integra el grupo de mimo y pantomima “La Buena Compañía”. Además ha trabajado como profesora de teatro para niñas, niños y adolescentes.

Hoy en día María Fernanda se percibe a sí misma como alguien grande, como una actriz que abarca espacios, siente que puede proponer diversas realidades que seducen al público. Mientras estudiaba mimo comprendió que para poder asumir otros roles, papeles o personajes hay que despegarse, lo que más sea posible, de la personalidad propia. De alguna manera el mimo y la pantomima resonó con su ser creativo, pues le permitieron entrar en contacto con la precisión de la interpretación sin palabras. Tal vez porque el mundo de las palabras de María, se manifiesta en otra de sus pasiones profesionales: la investigación.

Ella comparte y trata de equilibrar dos mundos profesionales demandantes: la actuación y la investigación científica; pero que sobre todo, se encuentran integrados en su vida de manera muy profunda, pues ejerce ambas. Ninguna de sus dos profesiones le genera conflicto actualmente. Se sabe dual.  Ha logrado fusionar estas dos perspectivas del conocimiento en sus trabajos de investigación sociológica, tanto en su tesis de pregrado como en la de posgrado. En ambas aborda temas del teatro. En una de sus primeras investigaciones, propuso la indagación sobre el teatro cómico y cambios culturales en la ciudad de Quito, trabajo en el que investiga por qué los movimientos teatrales pasaron de un momento más político de creación en los 70 y 80, hacia obras con un contenido más ligero en los últimos años. Por otro lado, su tesis de  maestría en la Universidad Andina Simón Bolívar titulada “La legitimación del teatro en Quito: Una aproximación a la relación entre el discurso de desarrollo y la legitimación del nuevo movimiento teatral de la Casa de la Cultura Ecuatoriana impulsado por Fabio Pacchioni”, le ha permitido reafirmar que en el Ecuador se hace teatro, a pesar de que existan voces hegemónicas que pretendan borrar los esfuerzos de consolidación de una identidad artística propia. 

María Fernanda Auz
Septiembre de 2018

Fotografía: Christoph Hirtz
Año: 2011
Obra: Escenas extremas
Lugar:Quito – Ecuador