Muy joven, Marcela Correa estudiaba filosofía en la Universidad Católica; cuando, un día cualquiera, supo de unas clases de danza que daba Wilson Pico, asistió porque tenía unas horas libres y quería hacer algo distinto a sumergirse en los griegos y sus anatemas, porqué sería interesante dejar que el cuerpo fluya, salte o se contorsione en un impulso liberador. Ese impulso cambió su vida, olvidó el camino a las aulas y se dedicó de lleno a esa nueva forma de vivir: vivir para la danza. Con entusiasmo se integró de lleno al frente de Danza Independiente donde además de Wilson Pico, tuvo a Kléber Viera como profesor. Un cambio total y brusco que la llenó desde un principio, sin dudas ni retrocesos.
Talvez por su formación filosófica, Marcela buscaba explicaciones o teorías sobre los distintos movimientos que un mismo bailarín puede hacer, en un mismo papel, pero en momentos diferentes. El dominio de la técnica no eran suficientes, aquello que muchos llaman inspiración, era una razón del cuerpo, un porqué que se expresaba visiblemente. Después viajó y vivió en Boston donde descubrió la danza-movimiento- terapia que de alguna forma le daba las respuestas a los cuestionamientos sobre el cuerpo, el movimiento y el espíritu, que llevaba tiempo planteándose. Poder estudiar, sistematizar este planteamiento y sobre todo ponerlo en escena fue un gran descubrimiento. Se especializo en Danza Terapia porque le ofrecía mayores oportunidades de expresión y mayores retos en una nueva profesión que compartiría años más tarde a su regreso al Ecuador, tras 10 años de bruma en la conservadora Boston. Venía con sus 2 hijos a compartir el país que añoraba. Volvió al Frente de Danza para ofrecer y recrear lo aprendido y volvió a encontrar un compañero de vida y de arte en el bailarín, director y coreógrafo Terry Araujo con quien tiene otro hija que quizás siga sus pasos.
Sus propuestas artísticas y su dominio de la técnica la convirtieron en profesora de la Universidad San Francisco donde actualmente dirige la escuela de Artes Escénicas. Sin descanso ha formado distintos grupos de danza hasta llegar a TALVEZ, colectivo en el que ha encontrado la constancia, la entrega y la creatividad suficientes, para permanecer continuamente en escena con obras como El abrazo, Cuerpo Intuitivo, Diálogos sin Diálogos , La Escucha, El publico Manda, entre otras.
Como directora y coreógrafa siente la responsabilidad de encontrar lo auténtico, lo no limitante, confía en la improvisación de la mente y en la respuesta adecuada de los movimientos del cuerpo, educados para sentir desde lo profundo y de buscar expresiones únicas y perfectas.
No le ha sido fácil llegar, permanecer e influir en la formación de nuevos bailarines y coreógrafos, pero la Cátedra, acompañada de la Puesta en Escena de nuevas propuestas, dan a esta artista un mundo amplio y sostenido para seguir creando.
Jennie Carrasco