“Llegué a la danza para quedarme, cuando mi papá, Arturo Alvear, me dijo un día: “Mira, a vos te gusta la danza, aquí en el periódico hay un aviso de clases de danza en la CCE (Casa de la Cultura Ecuatoriana), anda y pregunta cuánto cuesta, yo te pago”.* Laura, emocionada con la noticia, acudió al lugar y luego de las pruebas establecidas, salió seleccionada. Tenía entonces diecisiete años cuando empezó su formación; luego de un tiempo pasó a formar parte del Ballet Folclórico Ecuatoriano, dirigido por Marcelo Ordóñez. Supo desde entonces que quería ser bailarina, “estoy segura que la danza vino conmigo desde vidas pasadas”.*
“En la década de los setenta no existía apoyo alguno para la danza de parte del Estado —señala Laura—, todos los bailarines se la jugaban por su convencimiento y pasión por bailar”. Cuando en 1974 se funda el primer Instituto Nacional de Danza, ella no logra acceder por un tema de tiempo, pues seguía en el ballet folclórico, además sus padres pensaban que “la danza era una distracción”, no la veían como una opción profesional.
Sin embargo, cuando en 1976 se funda la Compañía Nacional de Danza, decide que tiene que estar ahí, “¡qué emoción y qué complicación! Me las arreglé de tal manera que acudía un día a la universidad y otro al ballet, hasta que mi hermano me pescó, y me dijo que tenía que tomar una decisión”;* de manera que convenció a sus padres para que le dieran el permiso para dedicarse a la danza. Su maestro, en ese momento Jaime Yori, chileno, “habló con mis papás y les explicó que la danza sí era una profesión, que sí era posible vivir de esta actividad”,* dice Laura. La universidad quedó atrás y se dedicó a la danza en cuerpo y alma; los horarios de la Compañía eran muy exigentes, tenía clases todo el día.
Laura ha bailado toda su vida, pero tiene grabado como su mejor momento cuando fue solista del Ballet Teatro Espacio, una de las principales compañías de danza contemporánea de México, donde vivió dieciocho años. Regresó a su país, siguió en su oficio, encontró que la danza había crecido, pero también constató que no lo suficiente porque, dice, “todavía no hemos llegado a tener una escuela que se reconozca como ecuatoriana”.*
Hay un sueño pendiente y es concretar una compañía de danza donde pueda desarrollar un estilo coreográfico desde mis raíces y mi experiencia de vida. Colaborar con mi conocimiento para formar bailarines y bailarinas respetando las características físicas, psicológicas y su idiosincrasia ecuatoriana y latinoamericana”.*
*Entrevista Genoveva Mora Toral
Fotografía: Gonzalo Guaña
Obra “Nostalgia”
1997