Jill Greenhalgh es una mujer cuya fuerza, iniciativa, convicción y talento han cambiado la faz del teatro contemporáneo en el mundo. Ha abierto caminos nuevos, ha inventado, desarrollado y puesto en práctica nuevas maneras de hacer teatro. Como ella dice, su carrera como actriz, directora y productora se ha enfocado primordialmente sobre la práctica experimental. Es la creadora del Proyecto Madgalena, una red internacional de mujeres en el teatro contemporáneo. Lo inició en 1968 y ha crecido en todo el mundo, manteniendo actividades en veinticinco países. Afirma que “el feminismo es probablemente el movimiento más importante del siglo XX. Entre otras consecuencias, ha brindado a las mujeres las herramientas para poder pensar y reconocerse a sí mismas como tales. El Proyecto Magdalena tiene el propósito de traer una igualdad, un equilibrio entre las voces de las mujeres y de los hombres en las artes escénicas”.
La sola descripción de todo el abanico de actividades del Proyecto Magdalena abarcaría un libro. Dichas actividades van desde participar en todos los festivales alrededor del mundo como artista y consultora hasta la dramaturgia y producción de obras y eventos.
Nació en Bath, Inglaterra, en 1954. Desde el colegio se interesó en el teatro, participando en las obras que se ponían en escena. Entró al Dartington College of Arts donde estudió teatro y danza. Encontrar un libro sobre el Living Theatre de Judith Malina y Julian Beck impactó su manera de ver el teatro, llevándola a una perspectiva del movimiento físico y las imágenes.
Esto le llevó a investigar y participar en diversos talleres, incluyendo uno con Grotowsky, en el Laboratorium, que le pareció extraordinario. Se interesó en el movimiento de Teatro Experimental que florecía en Estados Unidos y en otros movimientos. Era el fin de los sesenta y dice: “tuve la suerte de ser suficientemente joven entonces, para poder participar en esos movimientos que cambiaron el teatro contemporáneo, y la suerte de poder estar en estos nuevos espacios”. Trabajó y aprendió con el Odín Teatret de Dinamarca, la Akademie Ruchu de Varsovia, Polonia, el Roy Hart Theatre en Francia, el Piccolo Teatro di Pontederra en Italia, el Teatro de Títeres de Tartana de Madrid, el Grenland Friteatre de Noruega, entre otros.
Desde el 2002 imparte permanentemente conferencias en la Universidad de Gales en Aberstwyth en Artes performáticas. Entre las asignaturas que instruye constan Teatro físico y Entrenamiento para actores y directores. Algunas de las materias que investiga son: Teatro de mujeres y Performance como forma de protesta. Ha dirigido desde entonces numerosas producciones en gran escala de los estudiantes.
Ha sido invitada a participar en múltiples festivales, con sus propias obras, y a dictar talleres, seminarios y conferencias en Chile, Dinamarca, España, Brasil, India, Cuba, Perú, Estados Unidos, Italia, Alemania, Noruega, Inglaterra, Bélgica, Colombia, Turquía, México, Singapur, Australia, Nueva Zelandia, Yugoslavia, Polonia, Serbia, Holanda, Argentina, y Ecuador. Los movimientos escénicos de estos países han recibido su importante influjo y ella manifiesta haber aprendido mucho también. Mantiene un continuo intercambio con el Odín Teatret de Holstebro, Dinamarca, y con el festival Sin Fronteras de Santa Clara, Cuba, entre otros diálogos.
Sus principales obras son: Las sin tierra, Los actos, El Proyecto Hija. Uno de sus trabajos más interesantes ha sido El Proyecto Agua. Este se inició en el 2000, cuando escuchó que el vicepresidente del Banco Mundial afirmaba que las guerras de los próximos siglos no serían por el petróleo ni por la tierra, sino por el agua. Siendo el agua, en palabras de Jill, “un elemento supremo que sostiene la vida, junto con el sol”, lo que había escuchado fue el impulso para iniciar el proyecto. Salir de gira, presentar una compañía grande, como lo requería el proyecto, hubiera sido muy difícil. La estructura de la obra devino en parte de esa realidad y en parte por su experimentalidad. Se planteó entonces ir realizando fragmentos con el tema general del agua, cuyo montaje durase cinco días, durante cada Festival Magdalena. Cada vez se presentaban nuevas propuestas, nuevos temas y elementos alrededor del agua con los diferentes grupos en distinto sitios. El décimo fue probablemente el más gratificante. Fue en Nueva Orleans, un año después del huracán Katrina, ciudad que había quedado destruida y con miles de víctima y damnificados. Fue un montaje impresionante. Así fue como se creó esta nueva estructura sobre cómo trabajar y cómo ir desarrollando el tema con gente distinta.
Entre sus numerosos y sustanciales artículos publicados recientemente se pueden mencionar: “Articulando el Proyecto Magdalena: pasado, presente y futuro” (con Maggie B. Gale); “Magdalena: Legado y desafío”; “Teatro, mujeres, práctica”; “Mujeres en rojo”; “Retos escénicos frente a una época global”. Contribuye frecuentemente con publicaciones sobre artes escénicas en Dinamarca, Cuba, Gales y otros países.
Piensa: el teatro “no es, desde mi punto de vista, un sitio de entretenimiento sino de comprometerse y crear un espacio de encuentro. Lo que intento es crear ese espacio: un lugar y un tiempo que permitan que el público refleje sus asuntos, sus problemas desde su propia posición. No intento llevar un mensaje sino crear ese espacio dentro de esta sociedad cada vez más secular para que nos podamos reunir en la quietud, en el silencio, un espacio para la contemplación. Yo no soy religiosa pero creo que es muy importante que creemos ese sitio y tiempo de contemplación”.
Un recorrido de tal envergadura ha merecido numerosos reconocimientos. Se le otorgó el ganadora del Premio Principal de Creación de Gales y es miembro del Panel Internacional del Consejo de la Artes de Gales. Pero el reconocimiento más importante para ella es la repercusión que ha logrado su arte y sus renovadoras propuestas en el movimiento del teatro mundial, es el recibimiento de un público fascinado por sus propuestas, y más allá de todo eso, el haber logrado una visibilización importante del teatro realizado por mujeres en el mundo.
Natasha Salguero Bravo
Agosto 2014
