“El que quiere hacer teatro, que esté convencido que lo ama. El teatro no es un juego, es una de las artes más difíciles. El error de la gente es pensar que se puede hacer del teatro un hobby. Si no se da todo de una misma, no funciona”.
Desde sus primeros andares por las tablas adoptó el nombre con el que hoy la conocemos. Martha Álvarez Chávez, quedó salvaguardada para la intimidad familiar. Seguramente ella no era la excepción, al tener que luchar primero con la familia y luego con las vicisitudes del oficio, como parte de los obstáculos a vencer, para convertirse en esos personajes que tanta satisfacción le dieron.
Ya en la época de colegiala participó en Casa de muñecas, suceso que le abrió la posibilidad de estudiar fuera del país y al que, sencillamente, dada la resistencia familiar, no pudo acceder. Felipe Navarro, el director español que incentivó a algunos talentos de esos tiempos, influyó también en la carrera de Isabel Martínez, quien justamente a partir de entonces asume el teatro como actividad primordial.
Su formación la fue consolidando en el escenario mismo, aprendiendo de sus directores y de diferentes talleres que le abrían las puertas para seguir investigando. “Nada se hace de la noche a la mañana… hay que estudiar mucho”.
Formó parte del grupo Vanguardia, luego del Ágora. Actuó en Calígula, enUn gusto a muerte, Marianita Pineda. También asumió personajes de las obras de Martínez Queirolo. Ella es la inolvidable abuela de Cuestión de vida o muerte, Enriqueta en Q.E.P.D. El teatro fue su gran pasión y lo sigue siendo, tuvo que dejarlo, forzosamente, por motivos de salud.
Ella misma se convertía en personaje cuando salía por los pueblos. Ella fue la Abuela, que recuperaba o regalaba a su público, las historias del Guayaquil antiguo.
Ese y otros personajes le acercaron a la gente, la convirtieron también en una política activa desde los tiempos del Movimiento Izquierda Revolucionaria Cristiana, cuando se dirigía al pueblo a través del teatro. Cuando en Jipijapa trabajó con los obreros y formó el grupo Maceta, con el que no precisamente golpeó el café sino a los cafetaleros.
No le hizo falta el escenario formal, cualquier espacio en cualquier ciudad era bueno para convertirlo en sala, para insistir en un discurso en el que creía. Lo hizo Moliendo Café, Sembrando Petróleo, sin temores, a pesar de la dictadura. Fue muchas veces la “mala de la película” pero la mimada de sus espectadores.
Genoveva Mora Toral

Fotografía: Eduardo Quintana