“El teatro es un espacio hermoso donde puedes cambiar todo”
Lojana de nacimiento, vive la primera parte de su juventud en Buenos Aires. De regreso a Ecuador accede al teatro por un llamado de Mario Muller, al que responde ella y un grupo de intelectuales jóvenes entre los que contaba el grupo Tzánzico. Estudia teatro en la Escuela de la Casa de la Cultura en Quito. De esos años recuerda la estadía de Fabio Paccioni y la conformación de Teatro Ensayo, al que actualmente sigue ligada, aunque ya no directamente en la escena, sí colaborando desde su experiencia.
Para Isabel, el teatro ha sido el maravilloso medio para entender su mundo, los personajes se convertían en lo voz para llegar a su pueblo, nunca para figurar “el paradigma de ese momento, Hollywood, nunca fue mi modelo”. No estaba en sus planes convertirse en la “estrella”. Sin embargo, su figura quedó ligada a personajes muy rotundos; coincidencialmente, las Juanas: de Huasipungoy de Santa Juana de América, puesta en escena que tiene lugar privilegiado en la historia de nuestro teatro.
En aquellos años, los sesenta, para las mujeres seguía siendo dificultoso ser actriz, aparte de las consabidas barreras, había que enfrentar el prejuicio de una sociedad cerrada, “Creo que el hecho de haber vivido en un medio bastante más amplio, me permitió enfrentar las cosas, incluso a veces con violencia”.
Los momento más significativos de su carrera los ubica, precisamente en Santa Juana… y particularmente Topografía de un desnudo, de Jorge Díaz, “donde hacía la mujer de un basural, un personaje que me impactó muchísimo”. Fue parte de Yerma, El retablillo de don Cristóbal, Ardiendo España, La gran ilusión, entre otras.
Su nexo con el teatro no ha sido exclusivamente desde la actuación, trabajó en la escenografía. Uno de los mayores logros en este ámbito lo consiguió en Los tejedores, de Gerar Hauptman, para la que construyó una gran escenografía de cinco espacios. Adaptaron esa obra en un momento histórico especial, a raíz de un linchamiento en el norte del país. Ellos, los actores sentían que la gente estaba demasiado golpeada por el suceso, “entonces la adaptamos a episodios de nuestra realidad y tuvo un efecto de verdadera catarsis”, una trabajo de mucho éxito.
Otra de sus facetas es la dramaturgia, cuentan entre sus creaciones: Elzorro goloso, escrita para público infantil, “una fábula, donde a través del juego, enseñábamos lo bueno de lo feo”. Le siguió Cosas y Cosas, Balada para un tren, Historias de una mujer, inédita aún. Un monólogo que ojalá en algún momento sea llevado a la escena. La bichu michu cayu pichu, que corresponde al lenguaje que utiliza la bruja, protagonista que narra nuestra historia. Isabel Casanova también ha realizado adaptaciones, Yo el supremode Roa Basto, un trabajo bastante complejo, como ella misma lo reconoce.
A lo largo de su vida ha trabajado en la dramaturgia de más de ochenta obras.
No ha dejado de escribir, ahora mismo está inmersa en una novela, cuyo título no ha revelado. Esperamos para este año una nueva obra de esta mujer sensible y leal a un mandato interior que la mantiene activa y comprometida.
María Eugenia Paz y Miño
Fotografía: Archivo personal