La música la enrumbó por una vida que, desde siempre, la hizo sentir bien. Su voz estuvo presente y fuerte para decir no cuando estaba convencida de algo. No a callar, porque cantar se perfiló invariablemente como la forma de hablarle al mundo.
Sus memorias infantiles tienen que ver con esa pasión por la escena, cualquier evento familiar era un pretexto para cantar.
Como en toda historia, hay un suceso que la subió al escenario por primera vez: cuando la cantante del grupo del colegio enfermó y le tocó reemplazarla. Fue la oportunidad para “lanzarme y así comenzaron a invitarme a los grupos”, dice.
Gloria admiró la canción protesta latinoamericana, y fue precisamente con Hasta siempre comandante que se le abrió el universo artístico, se relacionó con colegas de otros lados, en esos años de dictaduras y violencia. Sin embargo, también entendió que cada lugar de esta América tiene algo que decir, que era necesario hablar desde un tiempo y entorno propio, que por más geniales que fueran las canciones protestas de entonces, repetirlas perdía sentido, de manera que empezó a componer.
La figura de Violeta Parra constituyó siempre un referente, no únicamente por la música sino por su calidad de mujer independiente, porque Gloria también ha combatido desde su música a la doble moral y a la pretensión de enarbolar la figura femenina con la bandera del silencio y la obediencia. “En casa me prohibieron cantar, ensayar y presentarme, tuve que desobedecer y finalmente, mi padre me dio a elegir entre la casa o la música; yo elegí la música y no me arrepiento”.* Su caminar ha sido coherente con su discurso, madre de dos hijos a los que dedica importante tiempo de su vida, los incluye en la rutina doméstica, comparten obligaciones y carreras matutinas a las respectivas escuelas, “cuando hay tiempo y plata les invito a una buena peli”.*
Practica acupuntura, bailoterapia, hace pan integral o de avena —para venderlo— dos o tres veces por semana. Como parte de su formación en la Escuela Neijing, se ha acogido a la propuesta de ayuno del Ramadán. Los sábados estudia Psicología Humanística y visita a su madre. Los domingos son días de casa.
En su oficio se identifica también con Jaime Guevara, “por lo que vemos en común y por los desacuerdos”.* Son los avatares del día los que a veces se convierten en remolino, la golpean… y se transforman en música, “y es como un alivio porque si no salen de algún modo, me envenenan el alma y el humor. Si es de amor es porque me ha sorprendido con los pantalones abajo, y si es de desamor, ¡peor todavía!, hay que exorcizar el alma con las canciones, aunque salgan por una sola y única vez”.
Su canción la incursionó en el mundo del blues y la fusión con el jazz, el scat, que le descubrieron caminos para su música y creció. Perteneció por un lapso al grupo Las Ilaloas, pero al parecer donde mejor se acomoda es en la soledad de su guitarra.
Entevista: Genoveva Mora Toral
Fotografía: Freddy Coello
VIII Encuentro de Mujeres en Escena
Teatro Prometeo
2011