Consuelo Vargas

Hace largos años Amelia Martin Planes asumió un personaje, lo subió al escenario y nunca más pudo abandonarlo; se dejó cautivar por él, le entregó su vida y lo ha llevado como una segunda piel. Casi medio siglo viviendo en Ecuador, país que la tomó como ciudadana, por eso y por su inmenso aporte a la música ecuatoriana, Consuelo Vargas es parte de esta Galería de Tiempos de Mujer.

Soñó siempre con ser artista de cine, cantó con los grandes de su época en Argentina, compartió con Palito Ortega y Violeta Rivas, llegó a nuestras tierras en 1966, trayendo el tango y su canto. Una  hermosa voz que no se ha apagado a pesar de la ardua tarea de vivir. 

En ese mismo año conoció a Homero Idrovo y empezó a hacer música ecuatoriana y latinoamericana y entra a formar parte del trío Los Reales, que se mantiene en escena hasta ahora. Su alianza de vida y de artistas duró trece años, en los que además constituyó una familia. “Como no teníamos opción, llevábamos a los chicos a todas partes. Muchas veces llegaba a las ciudades primero a lavar pañales, sin embargo fueron años maravillosos”.* A pesar de la muerte de su compañero y de los problemas económicos que le tocó enfrentar, la música siguió viva, continuó su sociedad artística con Eduardo Erazo, con quien compartió escenario por cuarenta y cinco años.

No fue una excepción su lucha contra “lo mal vistas que eran las cantantes. Llegábamos a algún lado y parecía que las mujeres se ponían a cuidar a sus maridos”, dice Consuelo. Eso era sólo una parte de la lucha de las artistas, lo más duro era negociar con los empresarios para conseguir remuneraciones justas, más aún en un país como el nuestro donde no existen beneficios sociales para el gremio. “Cuando murió Homerito, gracias a Oswaldo Hurtado se me dio un montepío, que hace poquito me lo querían quitar, por suerte se arregló y me permite ayudarme para vivir”. Recibió asimismo el apoyo de su colega Ernesto Albán.

Su mejor momento en la música lo ubica en los dos años seguidos que cantaron en el Madison Square Garden en Nueva York, en los años 1987 y 1988, en esa oportunidad sintió que había logrado lo que se propuso. 

Para Consuelo Vargas el tiempo no es obstáculo, su voz y la música lo sobrepasan, así también la adversidad en su salud, sigue cantando con el vigor de siempre, compartiendo tablas con los más jóvenes y regalando con su canto a quien ella considera el objetivo de su arte: el público.

*Entrevista: Genoveva Mora Toral

Fotografía: Archivo personal