Los salones de clase fueron el lugar predilecto desde que Cindy era niña, su madre fue la persona que entendió siempre esa necesidad y la complació de la mejor manera; vio en su hija la pasión por el arte y fue la gran artífice para la profesionalización de esta actriz y bailarina guayaquileña que ha trabajado fuertemente para llegar a la escena, lo hizo desde los tres años, y hoy, a sus treinta y uno, continúa con el mismo entusiasmo.
En sus clases en la Casa de la Cultura del Guayas conoció a quien sería su maestro, en todos los sentidos: Lucho Mueckay, por eso cuando él deja esa institución para crear su propia compañía, Cindy…: “le apuesto a esa aventura lo sigo, y gano”.* Sin duda alguna Sarao ha sido el lugar de formación, el espacio donde aprendió a crear y creció como artista.
Tuvo la suerte de recibir una formación amplia que incluyó gimnasia olímpica, patinaje, danzas españolas, ballet, danza contemporánea, teatro y clown; así mismo se interesó y estudió pedagogía para la danza y el teatro, conocimiento que la llevó a ejercer el oficio de profesora en algunas instituciones.
Su vida ha sido la danza y ha disfrutado cada momento. La participación en un gran número de obras de danza y teatro constituyen su amplio aprendizaje y la posibilidad de ir agregando siempre algo nuevo a su bagaje. Todo lo vivido lo contabiliza como una oportunidad para madurar e ir afinando su sensibilidad artística. Entre sus experiencias más significativas cuenta su interpretación de Antígona y, por supuesto, su primera coreografía Shh. Sin dejar de lado todo lo que a su vida profesional le aportó la gira que hiciera con Sarao, por España, con el concierto de danza-teatro Requipajes.
Como figura que la inspira, y dado su amor la por danza-teatro, no podía ser otra que la de Pina Bauch, “ella es mi referente más importante”.* Y ahora, en este momento, su esposo, el bailarín Max Foster, con quien está radicada en los Estados Unidos.
Cindy ganó su espacio en una audición para Safos Dance Theater; y de Artifact Dance Proyect la llamaron luego de verla bailar; de manera que trabaja con ambos elencos en Tucson, Arizona. Se siente feliz, sobre todo porque su universo profesional se amplió y no está atada a un grupo solamente.
Ha confirmado que ser bailarina es un oficio como tantos, que le permite vivir de la danza: “bailando en dos compañías que me pagan hasta por ensayar. Definitivamente un sueño hecho realidad”.
Genoveva Mora Toral
Fotografía: Amaury Martínez.
Obra “Shh…”
IX Encuentro de Mujeres en Escena.
2012