Anna Jácome

“Ante la fragilidad emocional, me fortalezco creando. La fortaleza de la creación me vuelve a dar esperanzas y me hace sentir útil”

Anna nos recibe en una de las salas de la Escuela Exploradores de la Danza. El fuego de una vela abriga este espacio, que para Anna, se ha convertido en un hogar al que siempre podrá volver, y también una puerta para emprender su propio sendero, sobre el que sus pies van abriéndose paso en el mundo. Luego de haber hecho un largo camino en la danza con a la Escuela Futuro Sí, y el maestro Wilson Pico, Anna intuye que ha llegado el momento de gestar una voz propia, el momento de cambiar de piel.

Este reconocimiento a su carrera le llega como uno de los signos de parto, para su nuevo proyecto artístico; con este busca diferenciarse dentro de su propio proceso de creación, en el que hasta hoy ha estado amorosamente acompañada, y que a partir de ahora se convierte en un camino de descubrimiento en solitario, en el que sabe que surgirán nuevos lenguajes de una poética propia. Su momento actual tiene un nombre: Artemisadanza, nombre de su proyecto personal en el que se juntan sus actividades artísticas: acunando el útero, talleres de acompañamiento de mujeres que han sufrido violencia, clases de danza contemporánea y su creación como bailarina solista.

Su deseo por hacer algo escénico floreció de las semillas que dejaron sus primeros encuentros con el teatro. Una de esas semillas fue “Diario íntimo de una adolescente”, obra en la que participaba Juana Guarderas, reconocida actriz ecuatoriana, obra con la que su corazón adolescente se identificó. Otra semilla quedó cuando vio un trabajo del Frente de Danza en el que Carolina Vásconez, bailarina ecuatoriana, danzaba sobre un hielo enorme, entonces supo que le gustaría comunicarse con el mundo desde el lenguaje corporal. Sin embargo, veía lejana la posibilidad de ser bailarina. Muchas voces y miradas que la rodeaban, estaban cargadas de estereotipos. Como muchas otras mujeres, Anna tuvo que enfrentarse contra los prejuicios. Frente a su deseo de ser bailarina, muchas personas le decían que debió empezar desde muy pequeña para poder ser “una bailarina de éxito”. Finalmente, su inquietud y su fuerza de voluntad le permitieron llegar al espacio de la danza, en el que su nombre ya es reconocido como sinónimo de constancia y entrega, pero antes, su formación estuvo ligada al teatro. Se graduó en la Facultad de Artes Escénicas en la Universidad Central del Ecuador, y también estudió Comunicación Social. A esta última carrera le debe su sentido crítico sobre la sociedad en la que habita. Su amor por la lectura se afinó, precisamente, en las aulas universitarias, aulas que finalmente le quedaron estrechas para desarrollar su pasión por la danza.

Casi a la par de sus estudios en dichas carreras universitarias, empezó su indagación en la interpretación escénica dancística. A Wilson Pico, su entrañable maestro, lo conoció al final de su formación teatral en la escuela Exploradores de la Danza, luego formó parte de su grupo de danza-teatro Hilo de Plata. En su primer recital “En carne y hueso”, compuesto de tres solos, reconoció que lo femenino es el territorio fundamental de su interés. Cuenta que al principio, sus temáticas y exploraciones eran muy generales; fue solo cuando se convirtió en madre, el momento en el que logró hallar precisión en los temas que quería abordar, pues su ser femenino se activó para crear y para sanar: “Gracias a mis gestaciones y partos he podido entender la urgente necesidad de dignificar este hermoso reto de ser mujer”.

Entre sus obras podemos mencionar las siguientes: “En carne y hueso”, “Siembras íntimas”, “La piel de la locura” y “Apuntes de arena”. En sus recitales, la sátira también se hace presente, la ubica en su repertorio como un respiro necesario, frente a la dureza de los temas que la han inspirado para crear, temas como la violencia sexual, la maternidad, el autocuidado, la crítica al amor romántico, entre otros.

La creación para Anna es un espacio espiritual, en donde las personas podemos recobrar los vínculos de humanidad, que han sido mellados por la imposibilidad de parir nuevos repertorios creativos. Para Anna es vital romper, desestructurar y recomponer lo que entendemos como escena, para poder parir nuevamente el sentido de lo artístico, que para ella, está profundamente ligado a los ciclos vitales, en los que la vida y la muerte bailan juntas para realmente existir.

Esta joven creadora ha optado por revelarse contra las múltiples violencias que se imponen en los cuerpos de las mujeres, a través de la creación artística. Manifiesta que la exploración de nuestros cuerpos es la posibilidad de curar el linaje femenino, para construirnos como seres completas. Cada vez que habita el espacio en el que comparte su danza, propone una vía para que la vida de las mujeres se dignifique, obras como “Las niñas de Guatemala” gritan desde el cuerpo, la necesidad de restituir la fortaleza femenina. Anna tiene un largo camino que recorrer. Festejamos sus nuevos proyectos, y celebramos ser parte de este momento especial de alumbramiento artístico, en el que ella se encuentra.

María Fernanda Auz
Septiembre de 2018

Título: Apuntes de Arena
Fotografo: Guillermo Guerra
Año: 2018
Obra: Origen Rojo
Lugar: Quito – Ecuador