Alicia Yánez Cossio

Se inició en la aventura literaria en sus primeros años, la ficción fue siempre la puerta de escape para encontrar mejores respuestas a las preguntas difíciles de la vida.

Sus recuerdos de colegio están marcados por la figura de sus padres, de su madre especialmente, porque alentó su inquietud intelectual. De las monjas del colegio no olvida su tremendo carácter, ni la benevolencia de algunas. Ya en ese tiempo entiende lo complejo de la religión. Recuerda su primera comunión como un evento grande que enseguida pierde esa dimensión y se vuelve motivo de profundos cuestionamientos.

Con una beca ganada por escribir un ensayo, viajó a España y en el camino conoció a quien sería su compañero de vida. Luego vendría la maternidad, el tiempo completo dedicado a los hijos; tanto, que escribe una especie de documento despidiéndose de la literatura, una pasión que resistiría los años y florecería en el momento determinado, porque la escritura ha sido para ella una necesidad, la tabla de salvación que le ha servido para estabilizarse, para no sufrir;  “una salida para no buscar un psiquiatra”.*

Pésima para las matemáticas pero amiga de las letras, siempre escribiendo poemas, ensayando; curiosa por registrar, por transcribir las historias que escuchaba, precisamente así nace Bruna soroche y los tíos, novela con la que gana su primer gran premio y fue el resultado de esas historias contadas por su madre. Esta novela que originalmente se llamó La ciudad dormida y estaba firmada por Romina, en honor a la bailarina ciega y sorda que por esos años deslumbraba en España, no fue tomada en cuenta en un primer concurso. Será en 1973 cuando bajo el seudónimo de Jerzy Kosinsky gana el premio nacional de novela. Este reconocimiento es un gran impulso para entregarse a un oficio que complementará y dará sentido a su vida. 

Su segundo libro Yo vendo unos ojos negros, manifiesta un fuerte rechazo a la prepotencia masculina, cosa con la que ahora ya no está totalmente de acuerdo porque ve en las mujeres una fuerza incontenible por asimilar el rol masculino.

Alicia ha sido una mujer atenta a su mundo; los conflictos sociales, la inequidad, la injusticia no han pasado desapercibidos. Siente el progreso como invasión que desdibuja las ciudades y eso ha sido una de sus preocupaciones, de ahí su obra teatral Hacia el Quito de ayer.

Los personajes de sus obras han llegado por decisión de la autora y con una fuerza indomable que los ha enrumbado por cuenta propia; sin embargo, Alicia sabe que están muy bien construidos. De todos, su favorito es Mariana de Jesús, la protagonista de Aprendiendo a morir, un personaje controvertido, “empiezo a escribir para rechazar el acto de mortificar el cuerpo, pero después llego a tenerle un cariño inmenso”.* Esta novela evidencia otra de las preocupaciones constantes de la escritora: la confrontación con la cuestión religiosa.

Para Alicia, salir de la casa significa un sacrificio, disfruta su espacio, sus libros, su familia y especialmente los nietos. “No resisto la vida social, pero de pronto me doy cuenta de que se me están terminando vivencias y así no puedo escribir”,* entonces da un salto a la historia, la de Dolores Veintimilla, de García Moreno, de la Pivihuarmi, y encuentra un material fascinante. Es una admiradora de Juan de Betanzos, de cuyas crónicas ha obtenido material, especialmente para la novela de esta princesa inca. Es una de las escritoras que han logrado vivir de su obra, sus novelas tiene inmensa acogida en los lectores, especialmente ecuatorianos.

Si bien Alicia dice que su memoria ya no es la de antes, que hay momentos en que se siente diferente en cuanto a su capacidad de crear, sabe también que ha ganado algo muy preciado. “Me siento un ser libre, la vejez ha sido maravillosa porque ya no necesito lo que necesitaba antes”.* Disfruta compartir lo que tiene con sus hijos, adular a las nietas. Y aunque ella reniegue, su cabeza sigue maquinando y planeando, ahora mismo confesaba entusiasmada que se encontró con la correspondencia de Nela Martínez y Joaquín Gallegos Lara, ¿quién dice que no serán los protagonistas de su próxima novela? O los causantes de nuevos premios en reconocimiento a su valor literario.

*Entrevista: Genoveva Mora Toral

Fotografía: Archivo personal